El Papa celebra la fiesta de la Santísima Trinidad.

En la fiesta de la Santísima Trinidad, el Papa Francisco presidió el rezo del Ángelus y manifestó que Dios es misericordioso y rico en piedad que no se cansa de redimirnos.

Resultado de imagen de trinidadEl Papa comentó cómo las palabras de San Pablo “la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros” es fruto “de su experiencia personal del amor de Dios, el amor que Cristo resucitado le ha revelado, que ha transformado su vida y lo ha llevado a llevar el Evangelio a las gentes”.

“La comunidad cristiana, con todos sus límites humanos, puede convertirse en un reflejo de la comunión de la Trinidad, de su bondad y de su belleza”.

Resultado de imagen de trinidadFrancisco recordó que Dios “no está lejano ni cerrado en sí mismo, sino que es vida que quiere comunicarse, es apertura, es amor que rescata al hombre de la infidelidad”. Es “misericordioso, tiene piedad, es rico en gracia porque se ofrece a nosotros para colmar nuestros límites y nuestras faltas para perdonar nuestros errores, para llevarnos por el camino de la justicia y de la verdad”.

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La vida eterna es trinitaria

“Jesús nos ha manifestado el rostro de Dios, Uno en la sustancia y Trino en las personas; Dios es todo y solo amor, en una relación subsistente que todo crea, redime y santifica: Padre, Hijo y Espíritu Santo”.

El Pontífice también explicó que la “vida eterna” es “el amor desmesurado y gratuito del Padre que Jesús ha donado en la cruz, ofreciendo su vida por nuestra salvación”.

“Este amor con la acción del Espíritu Santo ha irradiado una luz nueva sobre la tierra en cada corazón humano que lo acoge; una luz que revela los ángulos oscuros, las durezas que nos impiden llevar los frutos buenos de la caridad y de la misericordia”.

“Que la Virgen María nos ayude –concluyó– con todo nosotros mismos, a entrar cada vez más, con todo nuestro ser, en la Comunión trinitaria, para vivir y testimoniar el amor que da sentido a nuestra existencia”.

Fuente: ACIprensa

¿El yoga, el reiki y el tarot son compatibles con el cristianismo? Obispos se pronuncian

En un reciente comunicado conjunto, cinco obispos españoles se pronunciaron sobre diversas “formas de espiritualidad”, como el yoga, el reiki o el tarot, y su relación con el cristianismo.

En su carta pastoral conjunta de Pentecostés 2017, sobre los “desafíos contemporáneos de la educación”, los obispos españoles advirtieron que “asistimos a la proliferación de nuevas formas de espiritualidad”.

“La indiferencia religiosa puede hacer que no se valore adecuadamente la formación religiosa e incluso que no se entienda que la asignatura de Religión, libremente asumida, no es un elemento discordante en la tarea educativa, sino que constituye un bien y forma parte de una educación verdaderamente integral”, señalaron.

Firman el comunicado el Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela, Mons. Francisco Pérez González; el Obispo de Bilbao, Mons. Mario Iceta; el Obispo de San Sebastián, Mons. José Ignacio Munilla; el Obispo de Vitoria, Mons. Juan Carlos Elizalde; y el Obispo Auxiliar de Pamplona y Tudela, Mons. Juan Antonio Aznárez.

Resultado de imagen de reikiCitando la “Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la meditación cristiana” de 1989, firmada por el entonces Prefecto para la Congregación para la Doctrina de la Fe, Cardenal Joseph Ratzinger –hoy Papa Emérito Benedicto XVI–, los obispos españoles señalaron que “algunas variedades de yoga, de zen o de meditación oriental y otras propuestas análogas de armonización entre meditación cristiana y técnicas orientales ‘deberán ser continuamente cribadas con un cuidadoso discernimiento de contenidos y de métodos, para evitar la caída en un pernicioso sincretismo’”.

Resultado de imagen de yoga burlaLos obispos advierten

Sin embargo, advirtieron que “el reiki, el chamanismo, el tarot y la videncia, o la nueva era y similares son incompatibles con la auténtica espiritualidad cristiana, por lo que es preciso distinguir claramente estas realidades de una genuina experiencia cristiana”.

Los obispos subrayaron que “en la sociedad plural y secularizada en la que vivimos y desde la concepción cristiana de la persona en la que creemos, entendemos que el misterio del ser humano encuentra su sentido desde el misterio de Dios y se ilumina por el acontecimiento de Jesús de Nazaret”.

“Este misterio y este acontecimiento iluminan la tarea de educar personas responsables, competentes, compasivas y comprometidas”.

Los obispos destacaron además que “la relación con Dios, inscrita en el corazón humano, conocerle y amarle llena de sentido la propia existencia y fundamenta la fraternidad humana y el desarrollo de una sociedad y un mundo más justo y solidario”.

Hoy en algunos países se celebra la Fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote

El jueves posterior a la Solemnidad de Pentecostés en algunos países se celebra la fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, festividad que no aparece en el calendario de la Iglesia universal (como sí lo hacen las fiestas del Sagrado Corazón de Jesús o Jesucristo Rey del Universo), pero que se ha expandido por muchos países.

https://i0.wp.com/4.bp.blogspot.com/-3UZ7WYelEM4/VWZEhuAbnYI/AAAAAAAAaK8/ouSiWBCedKw/s1600/Jes%25C3%25BAs-Sumo-y-Eterno-Sacerdote.jpg?resize=441%2C537Esta fiesta tiene sus orígenes en la celebración del sacerdocio de Cristo que en la misa latina se introdujo en algunos calendarios y que tras la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II fue renovada por la Congregación de Hermanas Oblatas de Cristo Sacerdote.

La celebración fue introducida en España en 1973 con la aprobación de la Sagrada Congregación para el Culto Divino. Asimismo, ésta contiene textos propios para la Santa Misa y el Oficio que fueron aprobados dos años antes.

Además de España, otras Conferencias Episcopales incluyeron esta fiesta en sus calendarios particulares como Chile, Colombia, Perú, Puerto Rico, Uruguay, Venezuela. En algunas diócesis este día es también la ‘Jornada de Santificación de los Sacerdotes’.

San Juan Pablo II, en el documento “Ecclesia de Eucharistia” señala que “el Hijo de Dios se ha hecho hombre, para reconducir todo lo creado, en un supremo acto de alabanza, a Aquél que lo hizo de la nada”.

“De este modo, Él, el sumo y eterno Sacerdote, entrando en el santuario eterno mediante la sangre de su Cruz, devuelve al Creador y Padre toda la creación redimida. Lo hace a través del ministerio sacerdotal de la Iglesia y para gloria de la Santísima Trinidad”.

Jesús, Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza

Resultado de imagen de Jesucristo Sumo y Eterno SacerdoteEn el Nuevo Testamento con la palabra “sacerdote” no solo se nombra a los ministros, sino que se reserva especialmente para denominar a Cristo y a todo el pueblo de Dios, unidos como un Sacerdocio real:

«Vosotros, en cambio, sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido para anunciar las maravillas de aquel que os llamó de las tinieblas a su admirable luz» (1 Pedro 2,9)

En el capítulo 4 de Hebreos se explica el Sumo Sacerdocio de Jesucristo de esta forma:

«Teniendo, pues, tal Sumo Sacerdote que penetró los cielos -Jesús, el Hijo de Dios- mantengamos firmes la fe que profesamos. Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado. Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna» (Hebreos 4,14-16)

La carta a los Hebreos también interpreta el sacrificio de Cristo como el nuevo, único y definitivo sacerdocio, diferenciándose así de los sacrificios de los sacerdotes de la antigua alianza:

«Así también Cristo no se apropió la gloria de ser sumo sacerdote, sino que Dios mismo le había dicho: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy. O como dice también en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre igual que Melquisedec» (Hebreos 5,5-6)

La misma carta a los Hebreos añade: «Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos» (Hebreos 9,11)

Fuente: ACI

Papa Francisco a los niños: “Vuestros pequeños gestos pueden cambiar el mundo”

El Papa Francisco conversó con un grupo de niños, padres y profesores pertenecientes a la experiencia educativa cristiana “Caballeros del Grial” y les animó a contribuir a cambiar el mundo con pequeños gestos.

Durante la audiencia en el Aula Pablo VI, el Pontífice contestó a diversas preguntas que le plantearon los niños sobre la amistad, sobre lo que pueden aportar al mundo y sobre el sentido del sufrimiento.

La amistad

https://i0.wp.com/serpadres.com/imgs/images/image-4214.jpg?resize=588%2C391Una de las primeras preguntas que le hicieron al Papa versó sobre el miedo a los cambios y sus consecuencias, en concreto, el miedo de una niña a perder a sus amigos en el cambio del colegio al instituto.

Francisco explicó que “la vida es un continuo ‘buenos días’ y ‘adiós’. Muchas veces es un ‘adiós’ breve, pero otras es un ‘adiós’ para años o para siempre. Se crece conociendo y despidiendo. Si tú no aprendes a despedirte bien, jamás aprenderás a conocer nueva gente”.

El Santo Padre dio mucha importancia a esta cuestión, ya que se trata de “un desafío de la vida”. Le explicó que en el cambio del colegio al instituto “tus compañeros no serán los mismos. Quizás os veáis de nuevo, y habléis, pero debes encontrar nuevos compañeros. Es un desafío”.

“En la vida debemos acostumbrarnos a ese camino: dejar algunas cosas, y encontrar cosas nuevas. Esto tiene también un riesgo”. En este sentido, animó a no tener miedo, a no cerrarse y crecer.

Resultado de imagen de papa francisco niños“Cuando un chico, una chica, un hombre, una mujer, dice basta y se acomoda en el sofá, no crece, cierra el horizonte de la vida”. Y puso un ejemplo. El Pontífice animó a los niños a mirar hacia uno de los muros del Aula Pablo VI. “Mira a ese muro. ¿Qué hay detrás? ¿No lo sabes? Así es el modo en que una persona no puede crecer. Tiene un muro delante. No se sabe qué hay al otro lado”.

“Pero si tú vas fuera, al campo, por ejemplo, ¿qué ves donde no hay muros? ¡Todo! Ves el horizonte. Debemos aprender a mirar la vida mirando horizontes. Siempre más, siempre más. Siempre adelante. Esto es el conocer nuevas gentes, conocer nuevas situaciones…”.

Ello no implica olvidarse de los viejos amigo, “no. Siempre hay un bello recuerdo. Con frecuencia nos reencontramos con los antiguos compañeros, te saludan. Pero debemos continuar siempre adelante para crecer”.

Cambiar el mundo

Una segunda pregunta que los niños hicieron al Papa trató sobre qué se puede hacer para cambiar el mundo. Él contesto que “si ya es difícil para la gente grande, para la gente que ha estudiado, para la gente que tiene la capacidad de gobernar los países, cuanto más difícil será para un niño o una niña, ¿no?”

Y reconoció: “sí, es difícil. Pero querría preguntaros: ¿Es posible? ¿Vosotros, podéis cambiar el mundo? Sí, pero ¿cómo?: con las cosas que están en torno a vosotros”.

Puso un ejemplo: “Siempre, cuando voy con los niños, les pregunto: ‘Si tienes dos caramelos y se te acerca un amigo, ¿qué haces?’. Normalmente todos responden: ‘Le doy uno a él y el otro me lo quedo’. Algunos no lo dicen, pero piensan: ‘Me guardo los dos en el bolsillo y me los como luego cuando se marche’”.

“La primera es una actitud positiva –explicó–, la otra es una actitud egoísta, negativa”. Ilustró estas dos actitudes con el símbolo de la mano: “la mano abierta simboliza la actitud positiva, la cerrada simboliza la negativa”.

Resultado de imagen de papa francisco niños“Para cambiar el mundo hace falta tener la mano abierta. La mano es un símbolo del corazón. Es decir, hace falta tener el corazón abierto”.

Francisco no dejó pasar la oportunidad para animar a los niños a empezar a cambiar el mundo con pequeños gestos que nazcan de ese corazón abierto. “El mundo se cambia abriendo el corazón. Escuchando a los otros, recibiendo a los otros, compartiendo las cosas, y vosotros podéis hacer lo mismo”.

Puso otro ejemplo: “Si tú tienes un compañero, un amigo, una amiga que no te gusta, que es un poco antipático, ¿vas a los demás a hablar mal de esa persona? Eso es estar cerrado, tener el corazón cerrado, la mano cerrada. En cambio, si lo dejas pasar, no me gusta, pero no digo nada. Eso en cambio es tener el corazón abierto, la mano abierta”.

“Es un gesto pequeño, pero podemos cambiar el mundo con las pequeñas cosas de cada día, con la generosidad, con el compartir, creando vínculos de fraternidad. Si alguno me insulta, y yo le insulto, eso es tener el corazón cerrado. En cambio, si alguno me insulta y yo no respondo, eso es tener el corazón abierto”. Y pidió: “¡Nunca respondáis al mal con el mal!”.

El sentido del sufrimiento

Resultado de imagen de work burnoutLa última pregunta que le hicieron los niños al Pontífice trató sobre el sentido del dolor y del sufrimiento: “¿Cómo podemos entender que el Señor nos ame cuando nos quita a las personas o cosas que no quisieras perder jamás?”.

Tras meditar la respuesta durante unos segundos, el Santo Padre completó la pregunta concretándola un poco más: “Pensemos un poco, todos juntos, con la imaginación, en un hospital de niños. ¿Cómo se puede pensar que Dios ame a esos niños y les deje enfermar, les deje morir, muchas veces?”.

Resultado de imagen de papa francisco niños“Pensad en esta pregunta: ¿por qué sufren los niños? ¿Por qué hay niños en el mundo que sufren hambre, mientras que en otros lugares del mundo derrochan? ¿Por qué?”. “Hay preguntas que no se pueden responder con las palabras. No tengo palabras para explicarlo”, reconoció.

“Con frecuencia encontrarás cualquier explicación, pero no del por qué, sino del para qué. Cuando yo me hago, en la oración, esa pregunta, por qué sufren los niños, el Señor no me responde. Y entonces miro el crucifijo. Si Dios permitió que su Hijo sufriera así por nosotros, cualquier cosa debe haber allí que tenga un sentido. Pero yo no puedo explicar el sentido. Hay en la vida preguntas y situaciones que no se pueden explicar”, concluyó.

Recordando a Juan Pablo II: La difícil visita a la Nicaragua sandinista

Uno de los momentos más difíciles del pontificado de Juan Pablo II -por supuesto, no el único, de otros más tendremos que hablar- fue la visita apostólica a la Nicaragua Sandinista, en 1983. Cuenta George Weigel que la Nicaragua gobernada por el régimen sandinista era, más que ningún otro lugar de América Latina, un laboratorio para las teorías de las diversas teologías de la liberación y la situación de la Iglesia era todavía más conflictiva que en otros países cercanos como El Salvador. Había dos sacerdotes con participación activa en el gobierno: Miguel D’Escoto, ministro de Exteriores, y Ernesto Cardenal, ministro de Cultura. Otro sacerdote, Fernando Cardenal, jesuita y hermano del anterior, dirigía el programa sandinista de alfabetización. El arzobispo de Managua, Miguel Obando Bravo, hombre robusto de procedencia campesina que inicialmente había prestado apoyo a la revolución contra la dictadura de la familia Somoza, se había convertido en el crítico más conspicuo y eficaz de los sandinistas, después de que los nuevos gobernantes no hicieran honor a sus garantías sobre los derechos civiles y las libertades políticas. Los sandinistas, a su vez, se oponían al arzobispo mediante el fomento activo de la «Iglesia popular».

El nuncio apostólico en Managua, el arzobispo Andrea Cordero Lanza di Montezemolo, noble italiano de cabello gris cuyo padre, dirigente antifascista en la Italia de Mussolini, había sido asesinado por los nazis, era uno de los personajes más respetados del servicio diplomático de la Santa Sede. El hecho de que fuera destinado a Nicaragua da fe de la gravedad que se atribuía a la situación. Los primeros encuentros de Montezemolo con a jefatura sandinista, que solía llamarle «camarada nuncio», rayaron en lo cómico, pero la comedia tenía su lado feo. En cierta ocasión, Daniel Ortega, cabeza del frente sandinista y jefe del gobierno, acudió a la nunciatura al volante de un deportivo rojo, seguido por varios jeeps llenos de tropas sandinistas armadas hasta los dientes. El arzobispo Montezemolo salió al encuentro de la extraña delegación, y dijo al comandante Ortega desde la puerta de entrada que él era bienvenido, pero que los soldados y sus armas debían quedarse fuera: “Esto es una embajada.”

Era tarea del nuncio negociar la visita de Juan Pablo II a Nicaragua, que formaba parte de la peregrinación papal a América Central de marzo de 1983. El arzobispo Obando y los obispos nicaragüenses habían invitado al Papa porque, como diría más tarde Obando, “estábamos convencidos de que la presencia del Santo Padre redundaría en beneficio de la Iglesia, de nuestro pueblo”. Los sandinistas mostraron escaso ánimo de colaboración, como recordaría posteriormente el arzobispo Montezemolo. Su táctica inicial guardaba relación con el arzobispo de Managua. El comandante Ortega dijo a Montezemolo: “No queremos que el Papa sea visto a solas con el arzobispo Obando.” Montezemolo contestó que era imposible: “Es el arzobispo de nuestra capital, y el presidente de la conferencia episcopal.” A1 final se acordó que el Papa siempre apareciera públicamente en compañía de todos los obispos de Nicaragua, pero la solución creó un nuevo problema: no cabían todos en el papamóvil. El nuncio se puso a buscar un autobús, pero no se encontraba ninguno en toda Nicaragua. Entonces Montezemolo oyó hablar de un candidato político mejicano que había hecho campaña en un autobús con el techo cortado. Montezemolo hizo averiguaciones, y el gobierno mejicano lo envió a Managua por vía aérea.

 

El siguiente problema tenía que ver con los sacerdotes del gobierno. obstinados en hacer oídos sordos a las órdenes de sus superiores religiosos de que abandonaran sus cargos políticos. En un comunicado a la nunciatura de Managua, Juan Pablo había indicado la necesidad de evitar que dichos sacerdotes asistieran a los actos de la visita papal. Montezemolo dijo a Daniel Ortega que el Papa quería ver «resuelta» la cuestión de la presencia de sacerdotes en el gobierno. Ortega contestó que “para ellos es una cuestión de conciencia. No es asunto mío”. Preguntó a continuación que ocurriría si los padres D’Escoto y Cardenal estuvieran presentes en la ceremonia de bienvenida del aeropuerto, por poner un ejemplo. El nuncio repuso que era posible que el Papa no los saludase, porque se hallaban en abierta desobediencia. Ortega pareció contrariado, y Montezemolo fue a ver al ministro de Exteriores, Miguel D’Escoto.
El corpulento sacerdote de Maryknoll se mostró grosero y malhumorado. “Soy el ministro de Exteriores de Nicaragua -dijo-. Tengo que ver al Papa. Tengo que viajar con el Papa.” Montezemolo replicó que lo sentía, pero que en sus peregrinaciones el Papa nunca viajaba con figuras del la política. D’Escoto montó en cólera. Saliendo del Ministerio de Exteriores, el principal ayudante de Montezemolo musitó: “Para mañana, o se ha marchado el ministro de Exteriores o se ha marchado el nuncio.”

A continuación, Montezemolo fue a ver al padre Cardenal. En su primera entrevista, celebrada en 1980, el nuncio había quedado sorprendido por el despacho de Cardenal, una sala cubierta de baldosas dentro de un edificio bastante peculiar, que resultó ser uno de los palacios de la familia Somoza. El padre Cardenal, que a Montezemolo le había parecido un hombre espiritualmente intenso pero «muy abstracto», había explicado sin pestañear: “Ah, sí, era el cuarto de baño de la señora Somoza.” Una vez expuesta por Montezemolo la situación en torno a la visita papal, Cardenal contestó: “Pero tengo que estar presente; el régimen y Daniel Ortega quieren que esté.” El nuncio contestó que acababa de hablar con Ortega, y que el comandante le había dicho que no era asunto suyo, sino cuestión de conciencia del propio Cardenal. Éste no dio su brazo a torcer.

Faltaba, pues, por resolver la cuestión del encuentro de Ernesto Cardenal con el Papa Juan Pablo II. Ortega se ocupó del irritable D’Escoto, por miedo a un incidente embarazoso delante de la prensa internacional. Días después de su entrevista, llamó al arzobispo Montezemolo y le dijo: “Camarada nuncio, el otro día me olvidé de decirte que cuando esté aquí el Papa tendré que enviar al ministro de Exteriores a la India, a un encuentro internacional muy importante.”

El arzobispo Montezemolo no fue el único representante del Vaticano que tuvo problemas organizativos en Nicaragua. A finales de 1982 el padre Roberto Tucci SJ, jefe de organización de las peregrinaciones del Papa, estaba tan exasperado por los obstáculos de los sandinistas que aconsejó a Juan Pablo que amenazara con una anulación de la visita si el régimen no aceptaba una serie de condiciones básicas, entre ellas la libertad de acceso a los lugares que visitara el Papa y el control de la iglesia sobre la organización de la misa papal en Managua. Juan Pablo, que estaba decidido a ir a Nicaragua y dar ánimos a la Iglesia del país, a la que consideraba víctima de una persecución, dijo a Ricci que quería seguir adelante con la visita, por difícil que fuera.

Juan Pablo II llegó a Managua e14 de marzo de 1983. Cuando el avión aterrizó, todo el gobierno sandinista se había puesto en fila en la pista, esperando el momento de saludar al Papa. El arzobispo Montezemolo subió por la pasarela junto al jefe de protocolo del gobierno, y se encontró en la puerta con el cardenal Casaroli. Éste se llevó al nuncio a un lado y le dijo: “¿Está presente alguno de los sacerdotes del gobierno?” Montezemolo acompañó al secretario de Estado a una de las ventanillas del avión, señaló la hilera de miembros del gobierno y dijo: “Mire, ahí tiene a Ernesto Cardenal, pero D’Escoto no está.” Casaroli contestó: “Hay que decírselo al Papa.» Fueron, pues, al compartimiento delantero donde seguía sentado Juan Pablo y le indicaron al padre Cardenal por la ventanilla. El Papa pidió consejo al nuncio. Montezemolo respondió: “No me corresponde a mi daros instrucciones, Santo Padre, pero si no lo saludáis no se llevarán ninguna sorpresa.” Juan Pablo dijo: “No, quiero saludarlo, pero tengo algo que decirle.”

Después de los discursos de bienvenida, Daniel Ortega llevó al Papa hacia los miembros del gobierno, con Montezemolo a la izquierda de: pontífice. A pocos metros de la fila, Ortega, a quien la situación ponía muy nervioso, comentó a Juan Pablo: “No hace falta que los saludemos, podemos seguir.” El Papa repuso: “No, yo quiero saludarlos.” Ortega lo acompañó. Cuando llegaron delante de Ernesto Cardenal, el ministro de Cultura se quitó su boina y dobló una rodilla. Haciendo al sacerdote gestos vigorosos con la mano derecha, Juan Pablo dijo con voz cálida y amistosa: “Regulariza tu posición con la Iglesia. Regulariza tu posición con la Iglesia.” El nuncio, que después contó lo sucedido, no lo recordaba como un reproche, sino como una invitación.

La fotografía de este encuentro en el aeropuerto recorrió el mundo entero y, por lo general, fue interpretada como una dura reprimenda del Papa a Cardenal. La censura sandinista hizo que ningún periódico nicaragüense publicara la fotografía hasta dos semanas después de la visita papal. Pasado ese intervalo, una publicación preguntó a Cardenalqué le había dicho el Papa. El ministro de Cultura, aludiendo a la escena del Nuevo Testamento en que los licaonios querían ofrecer un sacrificio a Pablo y Silas después de que el primero hubiera curado milagrosamente a un tullido, aseguró al periódico que Juan Pablo había dicho: “No te arrodilles ante mí. Soy un hombre como tú.” [Hechos 14,15] Los testigos de momento conocían la verdad.

El verdadero enfrentamiento se produjo horas más tarde, durante la Misa papal en Managua. El lugar escogido, un parque que acogía concentraciones sandinistas, había sido uno de los puntos controvertidos en las negociaciones anteriores a la visita. Montezemolo había propuesto instalar la plataforma provisional del altar en el extremo opuesto al que ocupaba el escenario permanente que se usaba para las concentraciones sandinistas, y que estaba adornado con enormes pósters de César Augusto Sandino, Marx, Lenin y otros héroes revolucionarios. El comandante Ortega había dicho: “No, no puede ser, pero ya lo arreglaremos.” Días después. Montezemolo se fijó en que habían sido retirados los pósters y pensó. “Hombre, esto sí que es cooperar.” Más tarde, descubriría que habían sido descolgados con el objetivo de volver a pintarlos. Cuando se lo comentó al Papa, Juan Pablo II contestó: “No se enfade. Cuando esté yo encima con todos los obispos no se fijará nadie en los pósters.” Resultó que el régimen tenía otros planes para manipular el acto, planes muchos más radicales.

El padre Tucci había llegado a Managua unos días antes que el Papa, junto con Piervincenzo Giudici, ingeniero de Radio Vaticana y experto en sistemas de sonido. Giudici había ido a ver el escenario de la misa papal, y había vuelto escandalizado por la instalación de un segundo sistema de sonido, nuevo, potente y controlado de manera independiente. El arzobispo Montezemolo preguntó al gobierno qué pasaba, y obtuvo una respuesta de puro compromiso: “Es que queremos estar preparados para una emergencia.”

Durante las negociaciones anteriores a la visita, Montezemolo había insistido en que se dividiera el parque en secciones y se reservara el sector más próximo al altar a los representantes de asociaciones y movimientos católicos. Estos últimos llegaron al parque a las cuatro de la madrugada, y descubrieron que la parte central de las primeras filas ya estaba ocupada por un nutrido grupo de militantes sandinistas, al igual que casi todo el espacio cercano al altar. La gente para la que se celebraba la Misa quedó acorralada al fondo, y en cuanto alguien intentaba acercarse al altar la policía disparaba tiros al aire.

Justo al lado del altar había otra plataforma llena de miembros del gobierno y altos cargos del Partido Sandinista. Su comportamiento no fue lo que se dice muy devoto. Durante la Misa, los nueve miembros de la dirección nacional sandinista, incluido Daniel Ortega, levantaron el puño izquierdo y exclamaron «¡Poder popular!». El enfrentamiento adquirió su máximo dramatismo durante el sermón del Papa Juan Pablo II. Los sandinistas habían escondido micrófonos en el sector contiguo a la parte delantera de la plataforma del altar, sector que había sido tomado por sus partidarios. Tanto aquellos micrófonos como los de la plataforma estaban controlados por técnicos sandinistas, gracias al sistema de sonido de emergencia instalado días antes. A1 principio de su sermón sobre la unidad de la Iglesia, la voz de Juan Pablo llegaba hasta los católicos del fondo. Más tarde, dijo que sabía que le oían porque vio y oyó sus aplausos. Sin embargo, cuando llegó el momento de explicar la imposibilidad de una «Iglesia popular» impuesta a los pastores legítimos de la Iglesia, la muchedumbre sandinista en pie delante del altar se puso a gritar para ahogar la voz del Papa. Los técnicos del país bajaron el micrófono del Papa y subieron el volumen de los que habían sido colocados entre los agitadores. A1 mismo tiempo, las autoridades de la tribuna contigua a la plataforma del altar seguían haciendo de las suyas, hasta que Juan Pablo II no pudo más y exclamó: “¡Silencio!”. Al fin quedó restablecido cierto grado de orden, aunque faltaba la puntilla: al término de la Misa, el jefe de protocolo sandinista se dirigió a la mesa de control y exigió que se tocara el himno sandinista para acompañar la retirada del Papa. Juan Pablo permaneció al frente de la plataforma, cogió por la base su báculo rematado por un crucifijo y lo blandió para saludar a los cientos de miles de católicos nicaragüenses que se habían visto relegados al fondo del recinto.

Más tarde, los sandinistas dijeron que los esfuerzos de la multitud por ahogar la voz del Papa Juan Pablo II habían sido una reacción espontánea, pero se trataba de una burda mentira. Políticamente, su intento de profanar la Misa papal fue otro tiro que les salió por la culata. El padre Tucci había convencido al régimen de que se sumara a una conexión televisiva regional, y por ese motivo el desbarajuste de la Misa papal fue retransmitido a toda América Central. Millones de espectadores quedaron escandalizados por la vulgaridad de la mala conducta sandinista. A última hora del día, cuando regresó a Costa Rica, pais desde donde había viajado a Nicaragua, el Papa fue recibido por una multitud más nutrida v calurosa que la del día anterior. Poco a poco, el mito sandinista empezaba a desgastarse.

¿Cómo se fue al cielo Jesús?

Después de que Jesús resucitó de entre los muertos, “se presentó vivo” (Hechos 1,3); a las mujeres cercanas a la tumba (Mateo 28, 9-10), a sus discípulos (Lucas 24, 36-43) y a más de 500 más (1 Corintios 15, 6). En los días siguientes a su resurrección, Jesús enseñó a sus discípulos acerca del reino de Dios (Hechos 1, 3).

Cuarenta días después de la resurrección, Jesús y sus discípulos fueron al monte de los Olivos, cerca de Jerusalén. Allí, Jesús prometió a sus seguidores que pronto recibirían el Espíritu Santo, y les ordenó que permanecieran en Jerusalén hasta que el Espíritu hubiera venido. Entonces Jesús los bendijo, y al dar la bendición, comenzó a subir al cielo. El relato de la ascensión de Jesús se encuentra en Lucas 24, 50-51 y Hechos 1, 9-11.

De las Escrituras se deduce claramente que la ascensión de Jesús fue un regreso literal y corporal al cielo. Se levantó de la tierra gradualmente y visiblemente, observado por muchos espectadores intencionados. Mientras los discípulos se esforzaban por captar un último vistazo de Jesús, una nube lo ocultó de su vista, y dos ángeles aparecieron y prometieron el regreso de Cristo “de la misma manera que lo han visto ir” (Hechos 1,11).

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La Ascensión de Jesucristo es significativa por varias razones:

1) Señaló el fin de Su ministerio terrenal. Dios el Padre envió amorosamente a su Hijo al mundo en Belén, y ahora el Hijo estaba regresando al Padre. El período de la limitación humana había terminado.

2) Significó éxito en su obra terrenal. Todo lo que había venido a hacer, había cumplido.

3) Señaló el regreso de Su gloria celestial. La gloria de Jesús había sido velada durante su estancia en la tierra, con una breve excepción en la Transfiguración (Mateo 17, 1-9).

4) Simbolizó Su exaltación por el Padre (Efesios 1: 20-23). Aquel con quien el Padre está complacido (Mateo 17: 5) fue recibido en honor y se le dio un nombre por encima de todos los nombres (Filipenses 2, 9).

5) Le permitió preparar un lugar para nosotros (Juan 14, 2).

6) Indicó el comienzo de Su nueva obra como Sumo Sacerdote (Hebreos 4, 14-16) y Mediador de la Nueva Alianza (Hebreos 9,15).

7) Estableció el patrón para su regreso. Cuando Jesús venga a establecer el Reino, Él regresará justo como Él lo dejó-literalmente, corporalmente y visiblemente en las nubes (Hechos 1,11, Daniel 7, 13-14, Mateo 24,30, Apocalipsis 1, 7).

Actualmente, el Señor Jesús está en el cielo. Las Escrituras frecuentemente lo representan a la derecha del Padre, una posición de honor y autoridad (Salmo 110, 1, Efesios 1,20, Hebreos 8:,1). Cristo es la Cabeza de la Iglesia (Colosenses 1, 18), el dador de dones espirituales (Efesios 4, 7-8), y El que llena todo en todos (Efesios 4, 9-10).

Fuente: Aleteia

Razones para no ir a Misa y participar de la Eucaristía

Hace unos días nos pasaron este curioso artículo de la página web de una parroquia de Madrid. Esperemos que os guste y que sobre todo, nos haga pensar en la gran importancia que tiene la Eucaristía en nuestras vidas.

En un artículo anterior una amable lectora comentó que las razones que yo daba para asistir a la Misa eran válidas para los practicantes, pero echaba en falta algunos argumentos para aquellos que no lo son.

Me parece un reto difícil. Esto es algo así como explicar el juego de los colores en un cuadro de Matisse a un ciego, o la armonía del segundo movimiento de la Quinta sinfonía de Beethoven a un sordo. Para poder comunicar el gozo que se experimenta en algo hay que tener una mínima base en común; de lo contrario, las posibilidades de establecer una comunicación pueden ser prácticamente nulas. Quizá podamos probar la aproximación contraria: analizar las razones por las que alguien puede no querer ir a Misa.

¿Lo tienes todo, no te falta de nada, no necesitas nada, te crees autosuficiente?

No vayas a Misa. La Misa es para los menesterosos, los que se sienten necesitados y pobres en el corazón.

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¿No le debes nada a nadie, te has hecho a ti mismo, todo lo que tienes es solamente tuyo?

No vayas a Misa. La Misa es para los que se sienten deudores agradecidos de un Dios que es Amor, que nos ha creado gratuitamente y que nos mantiene en la existencia a cada instante con su Amor infinito.Resultado de imagen de eucaristía

¿Te sientes fuerte, poderoso, importante?

No vayas a Misa. La Misa es para los débiles, los humildes, los sencillos.Resultado de imagen de eucaristía

¿No crees en los curas, en la jerarquía, en el Papa?

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No vayas a Misa. La Misa es para los que confían en quienes han recibido una llamada de Dios a entregar su vida en el servicio a los demás, los que han acogido esa vocación a ser “otros Cristos”.

¿No tienes faltas, no sientes la necesidad de ser perdonado?

No vayas a Misa. La Misa es para los que se saben pecadores, que acuden a la fuente de la Misericordia infinita para volver a empezar.Resultado de imagen de eucaristía

¿Te da lo mismo fracasar en lo más importante de tu vida?

No vayas a Misa. La Misa es para los que tienen santo temor de Dios y buscan salvarse.Resultado de imagen de eucaristia montaña

¿Te encuentras a gusto contigo mismo, “encantado de haberte conocido”?

No vayas a Misa. La Misa es para los que conocen sus propias miserias y quieren, con ayuda de Dios, ser cada día un poquito mejores; aunque caigan varias veces en el camino, vuelven a levantarse.Resultado de imagen de misa montaña

¿No tienes inquietudes espirituales?

No vayas a Misa. La Misa es para los que buscan a Dios, pues Él está realmente presente allí.

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¿No necesitas de los demás?

No vayas a Misa. La Misa es para los que ven a los demás como hermanos y quieren compartir con ellos lo más importante de su vida.

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¿Tu alma no está sedienta?

No vayas a Misa. La Misa es para los que tienen sed de la Verdad, del Dios vivo, de la vida eterna.

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¿Crees que lo único que existe es el mundo material?

No vayas a Misa. La Misa es para los que tienen fe en la resurrección y la vida eterna.

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¿No tienes esperanza de una felicidad saciada?

No vayas a Misa. La Misa es para los que creen que van a ir al cielo para gozar eternamente del amor infinito de Dios.

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¿No necesitas del AMOR con mayúsculas en tu vida?

No vayas a Misa. La Misa es para los que se sienten amados por Dios y llevan su amor a sus semejantes.

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Fuente: Parroquia San Jorge

Sacerdotes con currículum

Ejecutivos, ingenieros, deportistas de élite y hasta corresponsales de guerra. Estos son algunos de los nuevos perfiles sacerdotales. Profesionales con una carrera brillante que un día decidieron dejar atrás puestos de dirección, buenos sueldos o una vida acomodada para seguir su verdadera vocación: el ministerio sacerdotal.

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De un tiempo a esta parte, las vocaciones adultas han dejado de ser un caso excepcional en los seminarios y ya constituyen el 25% de todos los aspirantes al sacerdocio. «El número de aspirantes con una vida hecha, es decir, mayores de 30 o 35 años- van en aumento. Hace dos décadas cuando yo entré en el seminario suponían el 10%, hoy en el Seminario Conciliar de Madrid son el 25%», explica su rector, Jesús Vidal.

El caso de José Pablo Oroz

Tiene 48 años, es licenciado en Administración de Empresas y lleva tres en el seminario diocesano de Madrid. «No tengo ninguna duda de que el Señor me llama al sacerdocio porque es la única explicación para que yo pueda vivir en el seminario por las renuncias que significa para mí. Estaba acostumbrado a una independencia económica y una vida muy distinta», asegura. José fue gerente de Compra, División y Logística de Soluziona, una consultora que fue comprada por Indra en 2007. Todo le iba bien, aunque reconoce que «siempre había tenido un anhelo espiritual» de encontrarse «con el Señor».

José Pablo Oroz fue gerente de la consultora Soluziona y ahora lleva tres años en el seminario

A los 40 años la ruptura con su novia le planteó muchos interrogantes sobre el sentido de la vida y decidió hacer un máster en Humanismo y Trascendencia en la Universidad de Comillas. Pero el detonante para decidir dar un vuelco definitivo a su vida vendría meses después en una Nochevieja en el Monasterio de Leire. «Empecé a darme cuenta de que el Señor me llamaba al sacerdocio y me dí cuenta de que en mi infancia había habido signos de esa vocación». Desde entonces se forma en el seminario diocesano de Madrid a la espera de poder ordenarse sacerdote.

Fuente: ABC

 

Ascensión del Señor

La ascensión de Cristo a los cielos designa la exaltación de la humanidad de Jesucristo a la gloria de la vida divina. Es uno de los misterios de Cristo, estrechamente relacionado con el de la resurrección y el del envío del Espíritu Santo, pero posee una significación teológica propia.

Este término se deriva del latín ascendere, que significa subir, dirigirse hacia arriba. En el original griego se usan varias palabras que captan este acontecimiento desde perspectivas diversas. En las fuentes del Nuevo Testamento se encuentran las siguientes expresiones: fue «exaltado» junto a Dios (cf Flp 2,9; Hch 2,33. Jn 12,32.34); fue (,glorificado» (cf. Jn 39. 17 1); ‘(entró en su gloria» (Lc 24,26); «voy – (poreúomai) al Padre» (Jn 16,28); «subo (anabaíno) al Padre» (Jn 20,17); «fue llevado (anelémñhe) al cielo y se sentó a la derecha de Dios» (Mc 16,19); «habita en el cielo» (Ef 2,20); ‘(penetró en los cielos y está sentado a la derecha del Padre» (Heb 12,2).

Hay que señalar la doble narración de Lucas: al final del evangelio se dice que el Resucitado » se separó (diéste) de ellos y fue llevado (aneféreto) hacia el cielo (Lc 24,5051); al comienzo de los hechos se afirma que «fue tomado (anelemfyheís) de entre vosotros hacia el cielo (y) volverá algún día» (Hch 1,11). Mateo no habla expresamente de la ascensión; la supone y subraya la continua presencia del Señor resucitado en medio de los suyos hasta el final del mundo (cf. Mt 28,20).

Del conjunto de estos pasajes se deduce lo siguiente: se habla de un acontecimiento que no se identifica formalmente con la resurrección como victoria de Jesús sobre la muerte; la exaltación junto a Dios, a la derecha del Padre, se atribuye algunas veces directa y activamente a Jesús («subo», «voy», «entró»), mientras que otras veces, en la forma pasiva, se le atribuye a Dios por la fuerza de su Espíritu (“fue levantado», «fue llevado hacia el cielo», etc.).

La mayor parte de los exegetas ven en la ascensión una dimensión del paso de Jesús desde este mundo hasta la vida eterna de Dios a través de la resurrección y consideran el texto de Hch 1,3- 11, donde se habla de la ascensión después de cuarenta días de haber resucitado, como un pasaje en el que Lucas desea relacionar el tiempo de Cristo con el de la Iglesia y habla del último encuentro sensible del resucitado con los discípulos.

La predicación cristiana ha incluido siempre en su anuncio de Cristo la ascensión. Hay muchos textos del Magisterio que récuerdan este contenido de fe (cf. especialmente DS 11; 30; 72; 150; etc.). Desde el s. 1V la Iglesia celebra además una solemnidad litúrgica dedicada a la misma.

La teología de los Padres ha valora do este misterio de Cristo en perspectiva: a) cristológica: con la ascensión se alcanzó la cima de la encarnación (cf., sobre esto, especialmente Hilario de Poitiers, De rrin. XI); b) antropológica: el hombre ha sido glorificado en él y ha sido llevado a la dignidad más sublime (cf. especialmente León 1, Serm. de ascensione, 73ss); c) antignóstica: la carne, la corporeidad, se ha salvado y ha sido introducida plena y definitivamente en la vida eterna del Dios incorruptible e inmortal (sobre esto cf. especialmente Ireneo, Adv. Haer. 1, 10, 1).

En la roca conservada en el santuario de la Ascensión del Señor, la tradición reconoce la huella del pie derecho de Jesús, dejada en el momento en que ascendía al cielo. Es venerada por los cristianos. La casa construida por los cruzados fue convertida en una mezquita, aunque no se utiliza para el culto a causa de los muchos peregrinos cristianos.

Entre los teólogos escolásticos se distingue santo Tomás de Aquino por el hecho de atribuir con claridad un valor salvífico al acontecimiento de la ascensión de Jesús a los cielos; este acontecimiento es causa de salvación para el hombre, porque alimenta la fe y la esperanza en Cristo, fundamento y meta de la salvación plena, escatológica (cf. 5. rh. 111, 57, 1 y 6).

La teología contemporánea dedica una especial atención al contenido teológico de la ascensión. Algunos teólogos, sobre todo del área de la Reforma, tienden a ver en los textos neotestamentarios unas narraciones mitológicas que intentan «explicar» la resurrección (W. Elert, P. Althaus, W Joest, etc.). Sin embargo, la mavor parte de ellos ve allí el testimonio de un elemento particular del acontecimiento de la glorificación de Cristo y pone de relieve lo que significa la ascensión para la esperanza cristiana.

Podemos recoger los resultados más significativos de la reflexión teológica más reciente:

  1. El cambio de la imagen del mundo en la época moderna y la problemática de la desmitificación de los textos bíblicos y de las afirmaciones de la predicación cristiana tradicional, que de aquí se ha derivado, han estimulado a la teología a centrarse únicamente en el contenido de fe del acontecimiento de la ascensión y a relativizar las imágenes y las categorías culturales con que se ha revestido. Esto se refiere tanto al «traslado» espacial y temporal del Cristo glorioso como también a las imágenes con que se ha representado la realidad de la salvación expresada en él: por ejemplo, en el «cielo» se ve a Dios y la esfera de su vida divina gloriosa y beatificante, no ya el estrato superior del edificio cosmológico del mundo; la «derecha de Dios» es la vida, la dignidad y el honor divino, etc.
  2. La ascensión tiene que relacionarse íntimamente con la resurrección como paso de Jesús de la situación de existencia de este mundo (kata sarka) a la del mundo nuevo, escatológico, impregnada de la fuerza vivificante y glorificante del Espíritu (kata pnéuma).

Sin embargo, expresa un momento y un aspecto específico de la glorificación de la humanidad de Cristo, es decir, su colocación junto a Dios, su elevación a la participación de la vida de Dios en comunión eterna con él, su exaltación por encima de todas las criaturas.

La ascensión no es un «alejamiento» de Jesucristo de su Iglesia, de su Cuerpo, de la historia humana y del mundo, sino más bien su entrada y su permanencia en una condición nueva de existencia, gracias a las cuales, por la fuerza del Espíritu divino del que está totalmente impregnada su humanidad, puede estar realmente presente a ellos a lo largo de los tiempos, aunque de una forma misteriosa, en la espera de su luminosa manifestación a todos los hombres con su venida gloriosa (cf. Flp 3,21).

La valoración de las diversas perspectivas resaltadas por la tradición cristiana, especialmente por los Padres, ha estimulado a la teología actual a ilustrar el contenido doctrinal de la ascensión en la óptica eclesiológica, antropológica y cósmica. Por lo que se refiere a la perspectiva antropológica, la reflexión teológica actual muestra que la corporeidad del hombre, que tanto se exalta y hasta se idolatra hoy bajo algunos aspectos, mientras que en otros aspectos se la profana y se la vive con tanta superficialidad, recibe de la verdad de fe de la ascensión una poderosa inyección de sentido y de esperanza.

Y por lo que se refiere a la perspectiva cósmica, indica que la inserción del hombre en el cosmos, que hoy tanto se siente, incluso a nivel de conciencia ecológica, encuentra una motivación profunda en la perspectiva de salvación garantizada y prometida por Dios en la corporeidad humana de Jesús, límite de este mundo.

 

Fuente: G.lammarrone