El «Despacito» cristiano cerca de 350 mil visualizaciones en sólo 3 días
Los jóvenes Luisto y los Hermanos Llandrès, o mejor conocidos como la triple L, pertenecen al movimiento Cursillos de Cristiandad en España y compusieron esta nueva versión de Despacito para cerrar la Pascua de Jóvenes, el pasado domingo cambiándole el título por “Resucitó”.
Con sólo 3 días en el ciberespacio ya lleva cerca de 350.000 mil visualizaciones y en Facebook ya se ha perdido la cuenta de los miles de Me gustas y comparticiones.
Es posible modernizar las habituales canciones religiosas y dales un toque innovador y juvenil.
El «Despacito» cristiano cerca de 350 mil visualizaciones en sólo 3 días
Los jóvenes Luisto y los Hermanos Llandrès, o mejor conocidos como la triple L, pertenecen al movimiento Cursillos de Cristiandad en España y compusieron esta nueva versión de Despacito para cerrar la Pascua de Jóvenes, el pasado domingo cambiándole el título por “Resucitó”.
Con sólo 3 días en el ciberespacio ya lleva cerca de 350.000 mil visualizaciones y en Facebook ya se ha perdido la cuenta de los miles de Me gustas y comparticiones.
Es posible modernizar las habituales canciones religiosas y dales un toque innovador y juvenil.
Inicialmente, “la mona”, que es el pastel tradicional del día de Pascua, era una coca o un roscón hecho de bizcocho con huevos duros encima, que el reverendo Pere Labèrnia definió como “coca con huevos duros, enteros y cuyts ab ella”. Con el paso de los años los huevos duros se han sustituido por huevos de chocolate. En algunos lugares la mona traía insertados tantos huevos como años tenía el niño, pero nunca superaba la docena puesto que el padrino sólo la regalaba hasta que los niños hacían la primera comunión.
El huevo simboliza la resurrección y desde finales del siglo XIX los pasteleros empezaron a hacer “monas” de carácter monumental y fueron perdiendo su sencillez inicial, de forma que se distinguió entre la mona de casa (o casera), y la mona de droguero (o de confitero o de pastelero). La mona casera solía consistir en una coca rodeada de huevos y recubierta con semillas de anís o de matafaluga.
Sobre las “monas” de Pascua el folklorista tortosino Joan Moreira escribió: “Pascua, es éste el día de las monas; redoles de pasta buena, guarnidas de huevos. Los padrinos acostumbran a darla a los ahijados, que esperan este día en verdadê delê, como lo demuestra el dicho aquel que se aplica al que nervioso espera algo: ‘está como si esperara la mona de Pascua’. Es costumbre que estos días salga todo el mundo al campo a comerse la mona” (Del folclore tortosino, 575).
1 sobre de levadura seca (12 gr.) o 25 gr. de levadura fresca
1/4 litro de leche templada
100 gr. de mantequilla fundida
80 gr. de azúcar
1 huevo
1 pizca de sal
Para “pintar” la masa
1 yema de huevo
1 cucharada de leche
Para la decoración
Anisetes de colores, bolitas de chocolate, pasas, cerezas para decorar, almendras laminadas…
Huevos cocidos pintados con colorante alimentario o huevos de chocolate
Cómo preparar monas de pascua
Ponemos la harina en un bol. Añadimos la levadura seca y lo mezclamos todo bien con un tenedor. Añadimos el resto de ingredientes: la mantequilla (previamente la hemos derretido en el microondas), la leche, el azúcar, el huevo y una pizca de sal. Lo batimos todo bien con la batidora y le damos forma redonda a la masa con las manos, quedándonos una masa como en la imágen.
Cubrimos el bol con un paño y lo ponemos en el horno durante unos 20-30 minutos a una temperatura máxima de 50 grados, dejando la puerta del horno entreabierta con una cuchara de madera, hasta que veamos que la masa haya levado, es decir, que haya aumentado su volumen visiblemente. También la podemos calentar en el microondas cubriéndo el bol con un paño húmedo a 80-90 watios durante unos 8 minutos.
Mientras la masa crece, cubrimos una bandeja de horno con papel vegetal. Una vez la masa ha levado, la dividimos en 4 o 5 partes dependiendo de la cantidad de “monas” que queráis hacer y el tamaño. Aquí tenemos que dejar volar nuestra imaginación para darle forma a la masa con las figuras que queramos. En nuestro caso con la masa hemos preparado 4 figuras distintas: un conejo, una tortuga, un nido y una trenza, pero podéis hacer las que se os ocurra, decorando con bolitas de colores, huevos cocidos pintados, almendras fileteadas, azúcar… ¡Es el momento de la imaginación! Podéis dejar que vuestros hijos os ayuden, además lo pasaréis en grande.
Las ponemos otros 10 minutos al horno a máximo 50 grados, para que siga creciendo la masa. Una vez tenemos nuestras figuras listas, mezclamos una yema de huevo con una cucharada de leche. Pintamos las monas con esta mezcla, para que se doren en el horno. Añadimos la decoración que se nos ocurra para acabar nuestras figuras, por ejemplo, nosotros usamos pasas para los ojos, una cereza para la nariz, bolitas de colores, bolitas de chocolate y almendras laminadas para decorar.
Con nuestras figuras ya listas y decoradas, las ponemos en el horno precalentado a 200º durante unos 25-30 minutos. Hasta que veamos que están listas y que ha cogido un color adecuado.
Las sacamos del horno, las dejamos enfriar, le ponemos los huevos pintados o de chocolate como decoración y ya tenemos nuestras monas de Pascua listas para comer. ¿A que han quedado “monísimas”?
Para comerlas, las podemos untar con mantequilla, mermelada, un poco de queso… Acompañadas de un chocolate caliente, tenemos un estupendo desayuno o merienda para los días de Pascua, o para cualquier ocasión. ¿Os animáis?
La pintura se fecha hacia 1470 y algunos expertos creen que Antonello la terminó con ayuda de su hijo Jacobello. Hacia 1965, la obra fue localizada en una colección particular de Irún (España), y se propuso su compra al Museo del Prado (Madrid). Al ser obra inédita, suscitó algunas dudas, pero posteriores estudios la han situado entre las piezas magistrales del artista. Se cuenta que previamente se había conservado en Monforte de Lemos (Galicia), a donde pudo ser llevada desde Italia por un eclesiástico de alto rango.
Descripción de la obra
Ante un paisaje luminoso, de verdes prados y árboles de copas redondas, un ángel lloroso sostiene a Cristo muerto tras la Pasión. Las figuras son proporcionadas, como pintura renacentista. Cristo está representado de manera proporcionada, siguiendo la anatomía clásica. El cuerpo está desnudo, cubierto por el paño de pudor y se ve la herida del costado, de la que sale un rastro de sangre. En la mano izquierda se ve la herida del clavo. No hay expresión de dolor en el rostro de Cristo, sino serenidad; pero sí en el del ángel que lo sostiene, marcado su rostro infantil en una ligera expresión de llanto.
Esta dramática imagen de la Pasión del primer plano choca con el paisaje tranquilo del fondo. En el manso paisaje se observan olivos verdes en segundo plano; pero, en contraste con este árbol, se distinguen calaveras y algún tronco seco erguido que contrastan con el verde de sus alrededores y la ciudad al fondo. Éste es un claro simbolismo que representa o alude al monte Calvario (del latín, o Gólgota en arameo y Κρανιου Τοπος en griego, cuyo significado es siempre calavera).
Allegri lo realizó hacia 1638. Está escrita para dos coros, uno de cuatro voces y otro de cinco. Uno de los coros canta una versión simple del tema original y el otro coro, a cierta distancia, canta un comentario más elaborado. Es uno de los mejores ejemplos del estilo polifónico del Renacimiento, llamado en el siglo XVIIstile antico o prima prattica, y denota las influencias combinadas de la escuela romana (Palestrina) y veneciana (Andrea y Giovanni Gabrieli, el coro doble).
En un principio, se impuso una prohibición de ejecutar la obra fuera de la capilla Sixtina, incluso se amenazaba con la excomunión a quien la copiara, pese a lo cual se hicieron algunas copias. El emperador Leopoldo I de Austria solicitó y obtuvo una copia, que conservó en la Biblioteca Imperial de Viena. Sin embargo, cuando la hizo ejecutar pensó que había sido engañado. Entonces, el papa despidió al maestro de capilla de la época, quien tuvo que trasladarse a Viena para explicar las técnicas de ejecución y las improvisaciones —los llamados abbellimenti que nunca eran escritos, sino que eran pasados de intérprete a intérprete en el coro de la capilla— que según él no podían ser reflejados en el papel, a fin de poder ser contratado nuevamente. El padre Giovanni Battista Martini poseía otra copia.
En 1770Wolfgang Amadeus Mozart con tan sólo 14 años, tras escuchar la obra tan sólo una vez, la transcribió al papel de memoria, para luego hacerle correcciones menores en una segunda ocasión. Este hecho es ampliamente recordado como muestra del genio de Mozart, quien incluso fue hecho caballero de la Orden de la Espuela de Oro por el papa al enterarse del hecho. La copia de Mozart, que reflejaba las improvisaciones, no ha sido conservada. En 1771, el Dr. Charles Burney, después de un viaje a Italia, publicó en Londres una versión de la obra, basada posiblemente en la copia de Martini, la de Mozart y, quizás, una copia obtenida de la propia capilla Sixtina.
Miserere mei, Deus: secundum magnam misericordiam tuam.
Et secundum multitudinem miserationum tuarum, dele iniquitatem meam.
Amplius lava me ab iniquitate mea: et a peccato meo munda me.
Quoniam iniquitatem meam ego cognosco: et peccatum meum contra me est semper.
Tibi soli peccavi, et malum coram te feci: ut justificeris in sermonibus tuis, et vincas cum judicaris.
Ecce enim in iniquitatibus conceptus sum: et in peccatis concepit me mater mea.
Ecce enim veritatem dilexisti: incerta et occulta sapientiae tuae manifestasti mihi.
Asperges me hysopo, et mundabor: lavabis me, et super nivem dealbabor.
Auditui meo dabis gaudium et laetitiam: et exsultabunt ossa humiliata.
Averte faciem tuam a peccatis meis: et omnes iniquitates meas dele.
Cor mundum crea in me, Deus: et spiritum rectum innova in visceribus meis.
Ne proiicias me a facie tua: et spiritum sanctum tuum ne auferas a me.
Redde mihi laetitiam salutaris tui: et spiritu principali confirma me.
Docebo iniquos vias tuas: et impii ad te convertentur.
Libera me de sanguinibus, Deus, Deus salutis meae: et exsultabit lingua mea justitiam tuam.
Domine, labia mea aperies: et os meum annuntiabit laudem tuam.
Quoniam si voluisses sacrificium, dedissem utique: holocaustis non delectaberis.
Sacrificium Deo spiritus contribulatus: cor contritum, et humiliatum, Deus, non despicies.
Benigne fac, Domine, in bona voluntate tua Sion: ut aedificentur muri Ierusalem.
Tunc acceptabis sacrificium justitiae, oblationes, et holocausta: tunc imponent super altare tuum vitulos.
Traducción al español
Ten piedad de mí, oh Dios, por tu gran bondad
De acuerdo con la multitud de tus piedades, elimina todas mis ofensas.
Lávame más de mi maldad, y límpiame de mi pecado.
Porque yo reconozco mis faltas y mi pecado está siempre delante de mí.
Contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos: que seas reconocido justo en tu palabra, y claro cuando sea juzgado.
He aquí, yo nací en iniquidad, y en el pecado de mi madre fui concebido.
Pero he aquí, que requieres la verdad en lo íntimo, y me haces entender la sabiduría secretamente.
Tú purifícame con hisopo, y seré limpio: Tú lávame y quedaré más blanco que la nieve.
Tú me haces oír hablar de gozo y alegría: como los huesos que han abatido mi regocijo.
No vuelvas tu rostro hacia mis pecados, y saca todas mis maldades.
Házme de un corazón limpio, oh Dios, y renueva un espíritu recto dentro de mí.
No me alejes de tu presencia, y no tomes tu Espíritu Santo de mí.
O dame la alegría de tu ayuda nuevamente: Y afírmame con tu espíritu libre.
Entonces voy a enseñar tus caminos a los malos, y los pecadores se convertirán a ti.
Líbrame del pecado sanguíneo, oh Dios, Tú que eres el Dios de mi bienestar: Y cantará mi lengua tu justicia.
Tú me abrirás los labios, oh Señor, y mi boca mostrará tu alabanza.
Pues si hubiérais querido un sacrificio, yo os lo hubiera dado: pero no os deleitéis en los holocaustos.
El sacrificio de Dios es un espíritu quebrantado: un corazón contrito y roto, oh Dios, no lo desprecies.
Que seas favorable y benigno para con Sion: para que se edifiquen los muros de Jerusalén.
Entonces te agradarán los sacrificios de justicia, con los holocaustos y oblaciones: entonces se ofrecen becerros sobre tu altar.
Caben muchos acercamientos a la película de Scorsese. Los críticos cinematográficos comparan «Silencio» con el resto de sus películas. Trazan paralelismos, indagan en su biografía y sus raíces católicas. La aplauden o la rechazan. Quizás los historiadores se planteen su grado de exactitud, o los sociólogos extraigan de ella reflexiones sobre el choque de culturas y las relaciones entre Oriente y Occidente. También los creyentes hablan sobre Silencio, y se asoman a las encrucijadas existenciales que plantea.
Porque Silencio no es tan solo un relato sobre la persecución de los cristianos en Japón en el siglo XVI. Es una película sobre la fe, y sobre la libertad religiosa. Sobre el choque que se genera cuando las creencias nacidas en culturas diferentes se encuentran. Sobre las grandes preguntas del ser humano. Sobre nuestra perplejidad y sufrimiento ante el silencio de Dios. ¿Dónde está cuando sus hijos son perseguidos, amenazados, o asesinados? ¿Dónde está cuando mueren en las fronteras o en los mares? ¿Dónde está en la hora de la injusticia, del asesinato, del calvario? Es también una reflexión sobre los límites del testimonio. Y sobre la apostasía. Sobre la fortaleza, y más aún sobre la debilidad. Sobre la responsabilidad que tenemos en lo que les ocurra a otros por nuestras decisiones o nuestras omisiones. Sobre el sentido del martirio. Para todos estos temas, Silencio es una historia que no da respuestas, sino que suscita infinidad de preguntas.
Pues bien, entre tantas capas de una película compleja y ambiciosa, Silencio es también una historia de jesuitas –aunque no solo- que permite intuir algo de ellos.
Silencio es también una historia de jesuitas
La historia de los jesuitas es la historia de hombres consagrados a la misión de compartir el evangelio. Hombres humildes y soberbios (a veces las dos cosas). Con luces y sombras. Con ambigüedades e inconsistencias, pero también con pasión. Con fuego dentro, encendido en la hoguera de los ejercicios espirituales. Un fuego que a veces es llama y otras rescoldo, pero ahí está. Una historia de fe hecha proyecto. Y traducida a diversos idiomas y culturas. Desde los inicios mismos de la orden. Desde que Francisco Javier marchase de Portugal rumbo a las Indias, y después a Japón. Y, como él, otros muchos, primero cientos, luego miles, cruzando fronteras, tratando de llegar hasta los confines del mundo para compartir un mensaje, una mirada a la realidad, y un nombre, el de Jesús, como amigo y maestro.
La historia de los jesuitas es también una historia de fe; de una fe recibida, interiorizada, compartida, peleada en una batalla contra el mundo, contra la duda, contra la propia inseguridad, en escenarios que a veces la alientan, pero otras la intentan apagar. Es, además, una historia de búsqueda, la búsqueda de la voluntad de Dios en diversas circunstancias. ¿Qué ha de hacerse cuando no ves un camino claro? ¿Qué es lo mejor, lo más justo, lo más digno, lo más necesario? ¿Qué quiere Dios, el martirio de Garupe o la rendición de Rodrígues?
Silencio es una historia sobre jesuitas, que permite entender mucho de ese espíritu misionero, de esa historia evangelizadora y de las batallas existenciales de hombres que quieren ser héroes pero también se saben con los pies de barro. Pero al mismo tiempo es una historia que los trasciende, o los coloca donde deben estar, en el mismo espacio de tantas personas de todas las épocas que pelean, cada día, por acertar, por encontrar a Dios y por vivir de acuerdo a lo que creen que debe ser el mundo.
Ad Maiorem Dei Gloriam
La Opinión de Juan Orellana
Silencio es la última película de Martin Scorsese, y se enmarca en la persecución de los católicos en el Japón del siglo XVII. Aunque fue concebida hace muchos años, llega a las pantallas en un momento histórico en el que los cristianos vuelven a ser brutalmente perseguidos y a menudo cruelmente asesinados. Sin embargo, esa afortunada coincidencia, que permite poner sobre el tapete de la opinión pública tan sangrante realidad, no estaba en las intenciones originales de Scorsese, que es de sus inquietudes personales de creyente de lo que realmente deseaba hablar.
El cineasta parte de un texto que no es suyo, pero del que se apropia de forma muy personal: la novela histórica Silencio del católico japonés Shusaku Endo, publicada en 1966, sobre los misioneros jesuitas portugueses en el Japón del siglo XVII. La trama principal del guion basado en la novela gira en torno al personaje real de Cristóbal Ferreira –interpretado en el film por Liam Neeson-, un jesuita que apostató públicamente tras sufrir torturas y ver morir a sus compañeros. La novela –y la película- siguen los pasos del padre Rodrigues –Andrew Gardfield-, un joven jesuita que viaja desde Macao a Japón para averiguar qué ha sido de Ferreira, su antiguo maestro, y ayudar a los cristianos perseguidos. Unos cristianos sencillos, muy pobres, desclasados, desprotegidos, y a los que sólo se les pedía un gesto muy sencillo: que pisaran un cuadrito de estaño en el que se representaba a Cristo. Por no hacer eso se les torturaba hasta morir.
Martin Scorsese leyó la novela en 1989 por indicación del arzobispo episcopaliano Paul Moore de Nueva York, y enseguida compró los derechos para adaptarla al cine. Durante veinticinco años esa historia, y sobre todo los problemas morales, antropológicos y teológicos que plantea, han estado madurando en la cabeza del cineasta, para llegar a la forma definitiva que ahora vemos en las pantallas. Scorsese ha querido plasmar en esta adaptación cuestiones que le preocupaban desde joven, cuando ingresó en el seminario menor –donde permaneció un año-, o cuando vio por primera vez Diario de un cura rural de Bresson. Para el director de origen siciliano, según ha declarado a La civiltá Catolica, la gran cuestión de la vida es la Gracia. El hombre es débil, se hace continuamente daño a sí mismo, traiciona… Pero con independencia de la gravedad del pecado, la Gracia sucede; aunque se la rechace, ahí está, sucede. Estas son las convicciones de Scorsese, y por eso su personaje favorito del film es Kichijiro (interpretado por Yôsuke Kubozuka), un hombre que cae en lo más bajo continuamente y que siempre vuelve a implorar el perdón y a recomenzar para caer nuevamente y volver a suplicar misericordia. Por tanto, aunque estamos ante un film de apostasías, de tortura y sufrimiento, Silencio es, paradójicamente, una película de esperanza, en la que la última palabra la tiene el perdón y la Gracia. Son los dos pilares de la obra: la fragilidad humana –tema que trató polémicamente en La última tentación de Cristo- y la Gracia, que siempre está ahí, a pesar de todo, disponible, inagotable –y que según Scorsese es la clave de Toro salvaje-.
Desde un punto de vista formal, Silencio –rodado en Taiwan- es un largometraje “crepuscular”, muy largo (160 minutos), lento, muy contemplativo… incluso lánguido a pesar de lo impactante e hiriente de muchas imágenes. El tono de la puesta en escena refleja la miseria silenciosa a la que eran obligados a vivir tantos japoneses cristianos perseguidos que podían ser asesinados en cualquier momento. En el ámbito de ese estilo está la principal crítica que se puede hacer de este monumental film. Por ejemplo, en el contexto de las muy interesantes conversaciones entre el padre Rodrigues y el inquisidor japonés y su ayudante, que tratan de minar la fe del jesuita por la vía del discurso “racional”, parece que la argumentación del jesuita no está a la altura apologética que se podría esperar, y no trasmite con fuerza la novedad del anuncio cristiano. Esa carencia del brillo de una fe viva es característica de casi todos los cristianos que salen en el film, y que no contagian ninguna alegría o esperanza presente. Más bien parecen tristes resignados con la desgracia que les ha tocado en suerte, y no brilla en ellos el consuelo del Resucitado. Al público le puede sorprender si lo compara con algunos testimonios actuales que nos llegan del mundo árabe, en los que se percibe la fuera espiritual de la fe. En cualquier caso, Andrew Garfield recibió antes del rodaje una preparación del jesuita James Martin, quien le introdujo en los Ejercicios ignacianos, y transmite con fuerza la fuerza espiritual de un personaje en crisis.
Sin duda, estamos ante una película importante, que precisa más de un visionado para comprender con hondura las reflexiones profundas de un cineasta que nunca estaría en las listas convencionales de “directores católicos”, y cuya aproximación a la fe es, sin embargo, cualquier cosa menos superficial.
Este domingo 5 de febrero os esperamos a las 20:15 para disfrutar de un concierto único.
Coral San Gregorio Magno
La Coral Polifónica San Gregorio Magno surge en el año 2011 a partir de un curso de solfeo y canto coral que se realiza en nuestro barrio de Valdebernardo. En un primer momento es la parroquia de San Gregorio la que presta todo su apoyo y cede sus locales, primero para la realización del citado curso y luego para que la Coral pueda iniciar sus ensayos; las primeras partituras se hacen en la fotocopiadora de la parroquia. Y es en el templo parroquial donde se hace la primera audición de música polifónica y damos nuestro primer concierto.
Difícilmente hubieran podido dar aquellos pasos sin la extraordinaria colaboración de otro coro polifónico: el Orfeón Moratalaz. Varios orfeonistas experimentados vinieron a ensayar con nosotros y apoyarnos en los conciertos iniciales. Actualmente algunos de ellos continúan. Hoy día nuestro repertorio está formado por canciones de distintos países, épocas y estilos. Canción popular y canción de inspiración religiosa. Tenemos obras del Renacimiento español, de Juan Sebastián Bach, de Verdi y de compositores actuales como Javier Busto y también música de Hispanoamérica, negros espirituales, habaneras, coros de Ópera, etc.
Muchos de los cantores, no todos, son personas que viven en el barrio de Valdebernardo y se sienten estrechamente ligadas a la Parroquia de San Gregorio Magno; pero también hay personas de otros barrios y de otras zonas de Madrid. Aunque nacieron en una parroquia y tienen una relación especial con ella, son enormemente respetuosos con los planteamientos religiosos y las ideas de cada uno. Lo que nos une es el interés por la cultura, la afición a la música y el deseo de difundir el canto coral. Cualquier persona que lo desee y tenga unas mínimas cualidades para el canto puede entrar a formar parte de esta coral. A nadie se le exige de entrada que conozca solfeo o esté familiarizado con el lenguaje musical. Todos son bienvenidos
El año 2014 nos constituimos oficialmente en Asociación Cultural. Y como tal obtuvimos el reconocimiento de la Comunidad de Madrid. Nos consideramos promotores de cultura, trabajamos por difundirla y por elevar nuestro propio nivel cultural y el de nuestro entorno. Todos los conciertos, hasta la fecha, han sido en Parroquias y Centros Culturales de Madrid y sus alrededores. La sede social la tenemos en la parroquia de San Gregorio Magno en Bulevar Indalecio Prieto, 13. 28032 MADRID.
Este icono sigue el esquema tradicional de la representación del Nacimiento de Jesucristo, según la Iglesia Ortodoxa que reúne en un mismo icono narraciones del Evangelio y de los Apócrifos.
El icono de la Natividad, es el prólogo de esa gran epopeya que es la historia de la salvación. Y como en el prologo de los poemas encontramos sintetizados los puntos destacados de lo que se cantará, así en el icono de la Natividad hallamos el compendio de los misterios del cristianismo: la encarnación, la muerte y la resurrección.
“ Este es el acontecimiento por el que los patriarcas suspiraban, los profetas predecían y los justos deseaban ver” (Juan Crisóstomo. Sermón 34).“Dios se ha manifestado naciendo, la Palabra toma espesor, lo invisible se deja ver, lo intangible se hace palpable, lo intemporal entra en el tiempo, el Hijo de Dios se convierte en Hijo del Hombre” (Gregorio Nacianceno. Sermón 38).
“¿Qué podemos ofrecerte, oh Cristo, por qué te has mostrado sobre la tierra para nosotros como hombre?. Cada una de tus criaturas te trae su testimonio de gratitud: los Ángeles te ofrecen el canto; los cielos, la estrella; los Magos, sus presentes; los pastores su asombro; la tierra una cueva; el desierto un pesebre. Nosotros en cambio una madre virgen” (Himno de la víspera de Navidad atribuido a Anatolio)
Te proponemos que escuches mientras rezas estos cantos:
Música ortodoxa melquita: Hoy Cristo ha nacido en Belén
Padrenuestro cantado en la liturgia georgiana en arameo
LA MONTAÑA, ANGELES Y PASTORES
MONTAÑA.- La escena esta encuadrada por una montaña en forma piramidal que se eleva en todo el espacio visual. Es la montaña mesiánica tal como Isaías lo profetizo: “El monte del Señor será erigido sobre la cima de las montañas y será mas alto que las colinas”…”Él agitará la mano hacia el monte de la hija de Sión, hacia la colina de Jerusalén”.” No se hará mas daño ni mal sobre mi monte santo, porqué el país estará lleno del conocimiento del Señor” Is. 2,2;10,32; 11,9
La montaña del Señor, resplandeciente, viene al mundo, traspasa y trasciende cada colina y cada montaña, es decir la altura de los ángeles y de los hombres. La montaña es Cristo. En algunos casos el monte presenta dos cimas: las dos naturalezas de Cristo, la humana y la divina.
En primer plano respecto a la montaña se halla siempre representada la Madre de Dios. Esto viene a significar que la montaña es también imagen de la Virgen: “El monte Sión que el ama”. Sal, 77 (78), 68.”Es la montaña que Dios se ha dignado elegir para su estancia”. Sal. 67 (68).17,4.
El centro de la escena lo ocupa una plataforma donde esta María arrodillada y la cueva del nacimiento en la que Dios se manifiesta.
En esta montaña o nuevo Sinaí, donde Dios se revela, Dios es el que está a la entrada de la cueva y la humanidad simbolizada por María puede mirar cara a cara a Dios sin taparse el rostro, pues Dios esta bajo el velo de la carne en Jesucristo. Dios se ha hecho Hombre. Dios se hace visible y accesible al hombre.
Todo lo contrario pasó en la revelación del Sinaí a Moisés, este se esconde en la cueva y se tapa al paso de Dios, solo le puede ver la espalda, ya que el hombre no puede resistir el esplendor y la belleza divina.
Por eso Dios se encarna para poderse hacer accesible al hombre y pueda ver a Dios sin miedo ni taparse la cara.
ANGELES.- Arriba se hallan representados un grupo de ángeles que cantan mirando al cielo y a la tierra: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”. Representan la naturaleza angélica que acude al evento extraordinario; uno de ellos, destacado del grupo, se encuentra hablando con uno o más pastores.
Este ángel anuncia al pastor la gran alegría de la salvación y lo hace extendiendo la mano y haciendo el signo de la Encarnación-Trinitaria. : dos dedos juntos y tres tocándose por las puntas. Su significado es la salvación viene del Dios Uno y Trino a través de la Encarnación de Cristo.
El pastor y el ángel están en dialogo. Con la Encarnación de Jesucristo, el mundo divino y el humano empiezan un dialogo que ya nunca se perderá. Dios estará en medio de los hombres y el mismo les hablará y cada hombre podrá hablar directamente con Dios, sin intermediarios.
PASTOR.- El pastor o pastores representan al pueblo “que caminaba en tinieblas y vio una gran luz”. Is. 9,1. En efecto, había aparecido la luz sobre los habitantes de la tierra de sombras de muerte. “Dijo el ángel: “ Os anunció una gran alegría, os traigo una buena noticia, para todo el pueblo; pues os ha nacido un Salvador, que es el Mesías Señor, en la ciudad de David. Esto tendréis por señal: encontrareis un niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre” Os. 10,12; Is. 61,11.
A los pies del pastor hay un niño tocando una flauta, es la antítesis de la música celestial y hace referencia a un himno de maitines de la vigilia: “ Interrumpiendo el sonido de las flautas pastorales, la armada celestial gritaba…”.
CUEVA, VIRGEN Y EL NIÑO
CUEVA.- En el centro de los iconos se abre una cueva que muestra las entrañas de la montaña. Representa el infierno y la muerte sobre la que está suspendido Cristo y que intenta engullirlo. Es la misma vorágine oscura que se halla en los iconos de la Resurrección.
VIRGEN.- Fuera de la cueva, está representada la Madre de Dios. Generalmente está recostada, alguna vez sentada y en algunos arrodillada, como en este caso. Esta postura ultima denota la influencia occidental.
Ella es la Reina que esta erguida a tu derecha, puesto que es la madre del Rey, aquella que goza de la divina confianza y que ha obrado en ella maravillas.
La Virgen generalmente no mira al Niño, sino hacia el infinito custodiando y reflejando en su corazón todo aquello que de extraordinario había acontecido en ella. Lc. 2,19.
Sobre su rostro se lee la tristeza humana de una madre que quería dar algo mas a su Señor y parece decir: “ Cuando Sara trajo al mundo un hijo, recibió vastos territorios como homenaje, yo en cambio no tengo un nido: me ha sido prestada esta caverna donde tu has querido habitar, mi pequeño, Dios antes de los siglos”. Romano el Meloda XIII,14.
La Madre de Dios se halla colocada próxima al corazón de la montaña; “representa la luz que mana de la zarza del Sinaí” Gregorio Niseno, sermón 21, 119.
María va vestida con su maforion o manto donde las tres estrellas (frente y ambos hombros) proclaman su virginidad antes en y después del parto.
Representan la señal de la santificación obrada en ella por la Trinidad para que fuera progenitora de Dios.
“Virgen antes, en y después del parto, sola siempre Virgen en el espíritu, en el alma y en el cuerpo”. Juan Damasceno, sermón 57, 5
“Pues Dios era aquel de quien ella nació, por ello la naturaleza su curso mudó… Israel atravesó el mar sin mojarse; ahora la Virgen ha generado a Cristo sin contaminarse. Después de la travesía de Israel, el mar quedó inatravesable; la Inmaculada, después del nacimiento de Emmanuel, permaneció incorruptible” Himno a la Madre de Dios (Theotokion)
Adora a su Hijo y Dios en actitud de esclava del Señor, dispuesta ha hacer todo lo que él diga, así lo expresan sus manos cruzadas en el pecho.
NIÑO.- Entre la Virgen y la entrada de la cueva aparece el Niño envuelto en pañales colocado más que en un pesebre, en un sepulcro de forma tradicionalmente rectilínea y con las paredes de mampostería.
El Niño está envuelto como amortajado. Evoca una figura mortuoria, en concreto la imagen de Lázaro, que el pesebre sarcófago contribuye a evidenciar. “Esta envuelto en pañales por causa de cuantos habían revestido entonces las túnicas de piel”. Romano el Meloda XIII; 14.Gen. 3, 21
Los paños serán para los pastores señal del reconocimiento del Niño, como serán la señal tangible de la resurrección para las mujeres, Pedro y Juan ante el sepulcro vacío. Lc. 2, 13; Jn. 20,1ss
Los pañales del Niño son las vendas mortuorias que después aparecerán esparcidas por el sepulcro cuando resucite. Este Niño es ya desde ahora el que va a vencer la muerte con su Resurrección. Nacemos para morir y resucitar con él.
Ya desde el principio de la vida de Jesús, la Iglesia lo proclama Vencedor de la muerte en la representación de su nacimiento. Es mas la cuna sepulcro esta suspendida sobre las tinieblas de la cueva, el infierno y la muerte. Es el sol de lo alto que nos sacara de las tinieblas de la muerte.
“…su cuerpo fue como un cebo, arrojado en brazos a la muerte, para que mientras el dragón infernal esperaba devorarle, tuviera en cambio que vomitar a aquellos que ya había devorado. Él arrojó la muerte para siempre y secó de todos los ojos las lagrimas.” Cirilo de Jerusalén. Catequesis 12, 15.
“De la Virgen ha nacido el rey de la Gloria, revestido de la púrpura de su carne, que visitó a los prisioneros y proclamó la liberación” de cuantos se hallaban en tinieblas. Juan Damasceno sermón 55, 4.
“Como Jonás en el vientre de la ballena, Cristo ha entrado en las fauces de la muerte… como nuevo Adán, para recuperar la dracma perdido: el genero humano. Los cielos se inclinan hasta el profundo abismo, en las profundas tinieblas del pecado. Llama portadora de luz, la carne de Dios, bajo tierra disipa las tinieblas del infierno. La luz resplandece en las tinieblas, pero las tinieblas no la han visto”. Orígenes. Comentario sobre S. Juan.
ANIMALES.- En el interior de la cueva se distinguen el buey y el asno, en el ámbito eslavo, un caballo. Estos tienen diversos significados.
Simbolizan a los gentiles. El buey representa el culto a Mitra y el asno la lujuria, representación de aquellos que teniendo el misterio de la Encarnación de Dios delante no saben verlo o no quieren verlo, de ahí que sus miradas inexpresivas se dirijan a un punto perdido.
También son representación de las fuerzas instintivas e irracionales que emergen de las profundidades del alma humana y llevan al pecado y que Cristo amansara y vencerá en su vida, muerte y resurrección.
María representa esa naturaleza que llena de Dios se libera de todo lo que no sea Dios mismo y se espiritualiza hasta el punto de vivir solo por él y para él.
El cuerpo de María es ascético, flaco; el de los animales gordo y redondeado.
Por último representan la Palabra del profeta Isaías: “ el buey conoce a su dueño y el asno el pesebre de su amo; Israel, en cambio, no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento” Is. 1,3
JOSE. PASTOR-DEMONIO.ARBOL
JOSE.- En la parte inferior aparece José pensativo y apartado. Delante de él un hombre vestido con pieles y apoyado en un bastón.José personifica el drama humano: el hombre ante el misterio. José se interroga frente al misterio.José duda sobre el adulterio de María.
DEMONIO-PASTOR.- La literatura apócrifa atribuye a José esta duda y el pastor que habla con él, apoyado sobre un bastón, alimenta y confirma los pensamientos de José ya que es el diablo que suscita una tormenta de sentimientos encontrados en el interior de José.
El diablo vestido con piel de cabra, le tienta sobre la virginidad de María, diciéndole según los apócrifos: “ Como este bastón que yo llevo no puede producir brotes, del mismo modo un viejo como tu no puede engendrar y una virgen no puede alumbrar”.
Y como todo tentador es sugerente, amable y seductor. De ahí que aparece el diablo de forma tranquila, coloquial y amistosa con José. Este está caviloso sobre la decisión a tomar.
Toda tentación nos hace vacilar, si nuestra mirada no esta puesta en Cristo y sí sobre nosotros mismos.
ARBOL.- La tradición da al pastor el nombre de Tirso. En la antigüedad pagana, el tirso era un largo bastón atributo típico de Dionisio y de sus sátiros y bacantes, entidades representativas del paganismo y del racionalismo.
Junto al pastor demonio hay un arbolito que brota de un tronco seco. “ un vástago brota del tronco de Jesé, un rebrote sube desde las raíces. Sobre él reposara el Espíritu del Señor… por él rescatara el Señor a su pueblo” Is. 11,1-2. El arbolillo representa una respuesta a las palabras del pastor-demonio. “Dios no es esclavo de las leyes que regulan la vegetación, es su Creador y si hizo brotar la vara de Aarón, mucho mas puede hacer que una Virgen florezca y de fruto”. Cirilo de Jerusalén. Catequesis XII, 28.
NUBE, ESTRELLA, EL ASOMBRO DE LO CREADO
NUBE Y ESTRELLA.- En la parte superior del icono se representa una nube que se retira hacia el cielo o lo muestra.
Los Apócrifos cuentan que “en el momento del nacimiento, la nube que recubría la cueva, se disipó y apareció una gran luz, que la vista no era capaz de mantener. Luego esa luz decreció lentamente y apareció el Niño” Protoevangelio de Santiago 19,2.
La nube evoca la presencia de Dios que puso en las tinieblas su escondrijo. Sal. 17, 12.. La nube es de gran tradición y simbolismo en le Antiguo Testamento y siempre revela la presencia misteriosa de Dios: la nube guía a Israel por el desierto hacia la Tierra Prometida, le revela en el Sinaí, baja sobre el Santuario, se transfigura como una nube en el Tabor y en la Ascensión la nube vela la visión del Resucitado.
De la nube o cielo abierto desciende una haz de luz hasta la tierra que se divide en tres rayos directos hacia el Niño: es la Unidad y Trinidad de Dios que se manifiesta como luz. Al mismo tiempo representa la estrella.
En unas representaciones lleva dentro la paloma del Espíritu, en otras como en este caso, va la cruz: nace para morir y resucitar.
El Hijo de Dios es icono vivo e idéntico del Padre… a través del cual hemos tenido acceso al Padre. Nuestra mente iluminada por el Espíritu, mira hacia el Hijo y en Él, como en un icono, contempla al Padre”. Macario Crisocefalo. Homilía sobre la fiesta de la Ortodoxia. Roma 1980.
La estrella es la culminación de la profecía de Isaías: “ Levántate y resplandece, pues ha llegado tu luz, y la gloria del Señor amanece sobre ti, mientras la oscuridad envuelve la tierra y las tinieblas los pueblos, sobre ti viene la aurora del Señor…” Is. 60, 1-4.
ASOMBRO DE LO CREADO.- Viene representado por las ovejas o cabras que hay delante del niño que toca la flauta y que miran hacia lo alto. Ellos expresan el asombro de la creación ante tan gran misterio: Dios se hace Hombre. Nadie consigue proseguir en su acción natural, tal es el estupor y temor del Universo que reconoce la presencia de Dios y se detiene extasiado ante su gran misericordia. Todo lo creado queda trastornado ante tanta maravilla.
Esto viene narrado en los Apócrifos: Protoevangelio de Santiago 18, 1-3 y del Himno de la gran Hora de Navidad de la Iglesia Ortodoxa que se inspira en este Apócrifo.
MAGOS
Debajo de los ángeles que cantan el gloria aparecen los tres reyes de oriente a caballo y guiados por la estrella que miran y que tiene forma de cruz dorada y gloriosa, siguen al que morirá para resucitar y dará a toda la humanidad la entrada a la vida eterna.
Los magos representan a los hombres ajenos a la Antigua Alianza que el nuevo Reino Mesiánico ha de incluir. Los santos y justos, aunque no sean de Israel, son gratos a Dios y Cristo extiende su elección y primogenitura a todos los pueblos, representados por los Magos.
Los Magos prefiguran a las mujeres miroforas que van al sepulcro, ellas se animaban diciendo: “ Apresurémonos, adorémoslo como los Magos y llevémosle como presente ungüentos a Aquél que ya no está envuelto en pañales sino en una mortaja” Oda VI del Canon de los maitines de la Resurrección.
Los Magos, a su vez, como las miroforas, se convirtieron en “divinos heraldos que al volver a su tierra anunciaron a Cristo a todos” Himno Akatistos. De Romano Meloda XII,21.
“Los Magos vieron en manos de la Virgen a Aquél que plasmó con sus manos a los hombres; comprendiendo que era el Señor, aunque hubiera tomado forma de siervo, se apresuraron a honrarle con un triple don, como el himno de los Serafines que lo proclama tres veces Santo” Himno Akatistos de Romano Meloda XII,21.
La tradición iconográfica ha transmitido una constante de los Magos: la edad. Presentan en efecto unas semblanzas juveniles, adulto y viejo, reproduciendo así las tres edades del hombre en una única síntesis visual.
BAÑO. COMADRONA EVA
COMADRONA.- En la parte inferior de este icono hay dos mujeres que preparan el baño al niño. Esto es influencia de la iconografía helenística que tanto ha influido en el arte cristiano. Aunque tiene su desarrollo cristiano en los Apócrifos, en concreto en el Protoevangelio de Santiago 19 y 20. Allí se narra como una partera testimonia la maternidad divina de María y Salome certifica la virginidad de María y ayudan a esta bañando al Niño.
Según la tradición la comadrona es Eva que junto a Salome se ocupan del Niño. Eva da la vida mortal, María la Inmortal. María pone en manos de Eva la Vida Inmortal: su Hijo.
En este icono hay dos figuras del Niño Jesús, que no es tan niño, siempre se le representa con cara de mayor, con entradas en el pelo, porque ya des del principio es verdaderamente hombre.
El Niño Jesús del sepulcro acentúa su resurrección, su divinidad.
El Niño Jesús del baño en manos de Eva, acentúa su debilidad y muerte, su humanidad. Como Hombre necesita de cuidados, atenciones y cubrir sus necesidades. Es por tanto hombre, no solo en apariencia sino realmente.
Es la síntesis de todo el icono: Jesucristo Dios y Hombre.
BAÑO.- Pero esta imagen del baño ha adquirido un significado sacramental: el bautismo.
El recipiente donde se le va a bañar tiene forma de pila bautismal. Prefiguración de su muerte y descenso a los infiernos.
El baño es como un entierro en sepulcro liquido, el mismo en que esta inmerso el Cristo en el icono de la Epifanía.
“En el sacramento del bautismo, el acto de descender en las aguas y volver a salir simboliza el descenso a los infiernos y la salida de esta morada junto con Cristo” Juan Crisóstomo. Homilía 40.
“Por el bautismo morimos con Cristo para resucitar con él” Rm. 6, 1-4.
Las antífonas de la O son siete, y la Iglesia las canta con el Magnificat del Oficio de Vísperas desde el día 17 hasta el día 23 de diciembre. Son un llamamiento al Mesías recordando las ansias con que era esperado por todos los pueblos antes de su venida, y, también son, una manifestación del sentimiento con que todos los años, de nuevo, le espera la Iglesia en los días que preceden a la gran solemnidad del Nacimiento del Salvador.Continuar leyendo «Las antífonas de la O»
El domingo, 18 de diciembre, a las 20 horas, vienen a nuestra Parroquia Santa Eugenia no uno sino DOS coros (!!) a cantarnos villancicos en un Concierto de Navidad inolvidable: Coro Encanto y Coro Ilusiones.
Los coros Encanto (juvenil) e Ilusiones (infantil) aparecen en los principales medios de comunicación de toda España. El motivo es que ambos coros ponen voz y rostro al coro que interviene en el spot publicitario que la compañía Orange acaba de lanzar, para dar a conocer la nueva marca LOVE con la que ofrecen servicios de móvil, fibra y TV para el hogar.
El Coro Encanto es la sección infantil y juvenil de la Coral Santiago Apóstol de Casarrubuelos (Madrid). Está compuesto por 40 niños y niñas de entre 8 y 16 años. El proyecto nace por iniciativa de Mariano García, director y fundador de la CSA, en su deseo de extender el ámbito de la coral al mundo infantil y juvenil. Se estrenan en la Navidad de 2011, dirigidos por Susana Vaquero en su primera temporada. Desde septiembre de 2012 asume la dirección musical Mariano García. En este tiempo han participado en cuatro producciones discográficas, dos de ellas de producción propia junto a la Coral Santiago Apóstol. Han cantado en el Auditorio Nacional, el Teatro Monumental, el Ateneo de Madrid, el Castillo de Los Mendoza, y en otros numerosos e importantes teatros y ciclos corales de la Comunidad de Madrid, y del resto de España, como los de Laredo (Cantabria) y Manzanares (Ciudad Real). Han participado en numerosos encuentros corales infantiles junto a coros de España, Italia, Canadá, China… Han grabado varias canciones de su repertorio para su emisión en Intereconomía TV. Han rodado el video clip “Compartir la Navidad” con gran éxito en las redes sociales. Su repertorio abarca un amplio abanico desde la música medieval con instrumentos de la época, hasta conocidas piezas de bandas sonoras, pasando por espirituales negros, canciones de compositores españoles y extranjeros contemporáneos, arreglos corales del folclore español e internacional, sin dejar de lado clásicos como Handel, Mozart o Schubert. La puesta en escena de sus conciertos está llena de color, movimiento y espontaneidad. La formación es pieza clave de su éxito, gracias a su continuo trabajo vocal con su profesora de canto, Amaya Añúa, y los talleres corales que organizan cada año con maestros como Josu Elberdin, Basilio Astúlez, Enrique Martín, etc. Su director, Mariano García, es músico vocacional formado en el Real Conservatorio de Madrid, que lidera el proyecto en el tiempo libre que le deja su actividad profesional como ingeniero de telecomunicaciones. Cuenta con un comprometido equipo docente y gestor, formado por Marcelino López (pianista) y varios cantantes de la Coral Santiago Apóstol que colaboran desinteresadamente como asistentes en la dirección. Pese a su aún corta experiencia, el Coro Encanto es una realidad consolidada en el panorama coral infantil madrileño. Su constante atención al trabajo técnico y su atractiva presencia en el escenario, hacen que el “encanto” que promete su nombre sea percibido por el público desde el primer contacto. Están muy presentes en internet (coroencanto.com) y en las principales redes sociales (Facebook, Twitter, Instagram)…
Hoy os traemos una reflexión de Manuel González, sacerdote de Madrid, que nos explica el significado de la Corona de Adviento. El Adviento marca el principio del Año cristiano: son cuatro semanas de expectaciónpiadosa y alegre. Adviento, del latín adventus, significa venida; en griego se traduce como parusía. Este tiempo presenta una doble índole:
Es preparación para las solemnidades de Navidad, en las que se conmemora la primera venida del Hijo de Dios a los hombres,y, es a la vez, el tiempo en el que por este recuerdo se dirigen las mentes hacia la expectación de la segunda venida de Cristo al fin de los tiempos (NUALC 39).
El pueblo cristiano vive estas semanas, sobre todo, como memoria de la preparación a la venida del Mesías. La conciencia de la larga espera que precedió a la venida del Salvador ha cristalizado en diversas expresiones que alientan la fe del pueblo cristiano: una de ellas es la Corona de Adviento.
En efecto, el Directorio sobre la Piedad Popular (n. 98) reconoce que la colocación de cuatro cirios sobre una corona de ramos verdes… se ha convertido en un símbolo del Adviento en los hogares cristianos. La Corona de Adviento, cuyas cuatro luces se encienden progresivamente, domingo tras domingo hasta la solemnidad de Navidad, es memoria de las diversas etapas de la historia de la salvación antes de Cristo y símbolo de la luz profética que iba iluminando la noche de la espera, hasta el amanecer del Sol de justicia (cfr. Mal 3,20; Lc 1,78).
Historia de la Corona de Adviento
No tenemos demasiadas noticias acerca de su origen, aunque la corona es un permanente símbolo de múltiples significados. De hecho, los antiguos pueblos europeos, tanto germanos como romanos, temían que el sol desapareciera para siempre en el invierno y, con él, la vida. Como conjuro adornaban sus hogares con coronas compuestas de hojas verdes (laurel, pino, boj, acebo, hiedra, etc). Su forma evocaba la esfera del sol y anunciaba su retorno. Asimismo, el círculo recordaba al ciclo del tiempo festivo que retorna cada año. Por estas razones, la corona se convirtió en el símbolo de la vida eterna.
Algo parecido se podría decir de la utilización de las lámparas y candelas. Durante el frío y la oscuridad de diciembre, además de la decoración siempre verde, se encendían hogueras y luces como señal de esperanza en el retorno de la primavera. Las luces aparecen mencionadas entre los cristianos en el siglo XIV expresando esperanza en un futuro mejor. En Adviento se encendían velas rojas, por el color de la sangre de Cristo, pues el que venía en Navidad habría de entregar su vida por la salvación de los hombres. En el siglo XVI los cristianos germanos, tanto católicos como protestantes, observaban estas mismas costumbres ya que las prácticas primitivas (coronas verdes y fuegos rituales) contenían una semilla de verdad que podía expresar la verdad suprema: Jesús es la luz eterna que ha venido, que está con nosotros y que vendrá con gloria…
Esto lo recordaba, a mediados del siglo XIX en las afueras de Hamburgo, el Rvdo. Johann Heinrich Wichern (1808-1881) en su Casa Orfanato de Horn. Allí, y con un intento catequético, cada noche de Adviento explicaba a los niños la historia de salvación. Para ello, el pastor había colgado del techo, y decorado con pequeñas candelas, una gran rueda circular en la que destacaban cuatro velones. Tras encender una de las velas que marcaban los días de diciembre previos a la Navidad les hablaba del Adviento como Memoria de las diversas etapas de la historia de la salvación antes de Cristo. Les explicaba el encendido progresivo de las candelas como símbolo de la luz profética que iba iluminando la noche de la espera, hasta el amanecer del Sol de justicia (cf. Mal 3, 20; Lc 1, 78). Los niños aprenderían así a vivir las cuatro semanas como Profecía de Cristo, luz del mundo que volverá para iluminar definitivamente al mundo (cf. Is 34, 5; 40,10; Ha 2, 3; 1 Co 4,5) y a quien esperamos con las lámparas encendidas (cf. Mt 25, 1-13; Mc 13, 37; Lc12, 35ss). Años más tarde, Wichern funda el orfelinato berlinés de Tegel e introduce la misma usanza de forma simplificada. Por su simbolismo y expresividad cristiana la costumbre se extendió entre los amigos, la rueda se trenzó con ramas de abeto y las velas se redujeron a cuatro -los correspondientes a los domingos del Adviento romano-. Las ramas de pino comenzaron a atarse con una cinta violeta –color litúrgico del tiempo- al par que se colgaban de las ventanas y las puertas. En algunos hogares los cuatro cirios, como centro de mesa, se encendían progresivamente al bendecir los alimentos.
Durante la primera Guerra Mundial la Corona se difunde en los hospitales militares alemanes y, más tarde, entre las familias de los soldados que volvían a casa. En 1925, en el fervor del Movimiento Litúrgico, una guirnalda con las cuatro candelas se encendía en una iglesia católica de Colonia y cinco años después en otra iglesia de Munich. La costumbre, sobrepasando el mundo germano, se fue extendiendo tanto en las iglesias como en los hogares cristianos.
Una catequesis litúrgica de la Corona de Adviento
La Corona de Adviento es un ejemplo de catequesis con elementos de la cultura ambiental. Los misioneros, que en la vieja Europa evangelizaron a los pueblos celtas y germanos, aprovecharon las costumbres invernales para transmitir la Buena Noticia. Supieron partir de sus usos ancestrales para enseñar la fe católica. Por ello, esta guirnalda contiene una gran variedad de símbolos:
Su forma:El círculo es una figura geométrica perfecta que no tiene ni principio ni fin: imagen de la unidad y eternidad divina, de Aquel que es el mismo ayer, hoy y siempre (cf. Heb 13,8). Evoca los ciclos anuales de espera de tantos creyentes desde Adán hasta Cristo, así como nuestra esperanza en su segunda y definitiva venida (cf. Ga 4,4). Para los cristianos la forma circular significa el ciclo del Año Litúrgico, el tiempo donde experimentamos sacramentalmente la bondad de Dios (cf. Sal 64,12).
Las ramas verdes:El follaje de hoja perenne evoca a Cristo que vive para siempre (cf. Mt 28, 20). El verde pertenece a las estaciones de vida que el invierno mata, pero las plantas perennes resisten con firmeza. Por esta razón, el boj, el laurel, la hiedra, el acebo, el enebro, el pino y el abeto han sido utilizados desde muy antiguo como expresiones de deseos positivos. Durante la Navidad , todas las casas, así como las iglesias parroquiales se engalanan con cualquier planta verde (John Stow, The Survey of London). Esta descripción inglesa de finales del s. XV hace ver como este color recuerda la vida de gracia, el crecimiento espiritual y la esperanza celebrada en Adviento-Navidad. Dios quiere que esperemos su gracia, el perdón de los pecados y la gloria eterna al final de nuestras vidas.
Las cuatro velas: Así como las tinieblas se disipan con cada vela que encendemos al comenzar la oración, los siglos se fueron iluminando con el anuncio profético de la llegada de Cristo a nuestro mundo: Luz que disipa las tinieblas del corazón y del espíritu (cf. Za 14, 5.7; Ha 2, 3; 1 Co 4,5).Tradicionalmente, los cirios son de color rojo para evocar el fuego, la luz o la sangre del Señor. En las coronas de inspiración sueca, las cuatro velas son blancas, color que nos prepara para la fiesta de Navidad. En Austria se eligieron moradas ya que éste es el color del tiempo litúrgico. Antiguamente, con las velas violáceas se prendía una de color rosa: la correspondiente al tercer domingo de Adviento, que en latín se denomina Gaudete (Alegraos, cf. Flp 4, 4.5).
Hay muchas catequesis populares para explicar el encendido de cada lámpara: en la más difundida la primera luz simbolizaría el perdón otorgado a Adán y Eva; la segunda vela, la fe de Abrahám y de los Patriarcas; la tercera sería expresión del gozo de David y de los Hijos de Sión que se alegran con la venida de su Rey; y la cuarta como símbolo de la enseñanza de los profetas que anunciaron que el Mesías nacería de la Virgen María.
Decoración festiva de la Corona de Adviento:Las manzanas rojas que, a veces, adornan la Corona representan los frutos del jardín del Edén. Adán y Eva trajeron el pecado al mundo pero recibieron también la promesa del Salvador universal (cf. Sal 84,13; 66,7; 2 Tm 4,8). Una cinta morada, rosácea o roja que suele ceñir el ramaje verde representa el amor envolvente de Dios (cf. Col 3, 14).
Hoy la Iglesia celebra la Presentación de la Virgen María.
El lugar de la escena es Jerusalén y el momento es hacia el 12 aC, María debe tener tres años pero se la representa algo más mayor. Los personajes principales son María, sus padres y el sumo sacerdote. Según las fuentes apócrifas y la tradición medieval, María desde los tres hasta los catorce años vivió cerca del Templo, pero en el arte se representa solamente dos momentos: el momento de la entrada en el Templo (la Presentación) y el de la salida definitiva después del matrimonio con José.
La descripción de la separación de los padres para entrar en el lugar de las vírgenes anexo al Templo es muy detallada. Aunque es una niña de sólo tres años, María se comporta como una mujercita sensata: sube con seguridad la escalinata sin mirar atrás, suscitando la admiración del Sumo Sacerdote que la recibe con un abrazo.
La difusión de esta imagen a pesar de no estar recogido en la Escitura, es un episodio por lo general incluido en los ciclos de pintura dedicados a María para encargos específicos de cofradías marianas. Continuar leyendo «La presentación de la Virgen María en el templo»