¿Quieres saber cómo está tu familia?

El semanario Desde la Fe del Arzobispado de México publicó un interesante cuestionario cuyo objetivo es evaluar cómo están las relaciones entre los miembros de la familia, y cómo está su relación con Dios.

El cuestionario “Y… ¿cómo está tu familia?” está compuesto por 20 preguntas. Cada una tiene cuatro opciones para escoger.

Algunas de las preguntas son “¿Con qué frecuencia conversan como familia?”, “¿Con qué frecuencia comparten sus preocupaciones en familia?”, “¿Con qué frecuencia eligen pasar tiempo juntos para divertirse en familia?” y “En las pláticas en familia ¿qué lugar ocupa la promoción de los valores católicos?”.

Una vez terminado el cuestionario, se podrá comparar las respuestas con los comentarios a cada uno de los resultados. Este es el test:

Instrucciones

Elija una opción por cada una de las siguientes preguntas y al terminar el cuestionario verifique el apartado final para saber qué tan unida y cercana a Dios está su familia.

1.- ¿Con qué frecuencia conversan como familia?
a) Todos los días
b) Una o dos veces por semana
c) Rara vez
d) Nunca

2.-¿Las manifestaciones de cariño forman parte de su vida cotidiana?
a) Siempre
b) A veces
c) Pocas veces
d) Nunca

3.-¿Pueden conversar y sostener una plática sin discutir?
a) Sin ningún problema
b) Con cierta facilidad
c) Difícilmente
d) Imposible

4.- ¿Aceptan los defectos de cada uno y saben sobrellevarlos?
a) Sin ningún problema
b) Con cierta facilidad
c) Difícilmente
d) Imposible

5.- ¿Con qué frecuencia comparten sus preocupaciones en familia?
a) Todos los días
b) Una vez al mes
c) Rara vez
d) Nunca

6.- ¿Con qué frecuencia se reúnen para celebrar algún acontecimiento familiar?
a) Por lo menos una vez cada dos meses
b) Una vez cada seis meses
c) Una vez al año
d) Nunca

7.- ¿Las decisiones que afectan a la familia se toman en conjunto?
a) Siempre
b) A veces
c) Pocas veces
d) Nunca

8.- Ante una adversidad o un problema familiar ¿cómo reaccionan?
a) Se solidarizan y apoyan todos
b) Se interesan, pero no apoyan
c) Solo se informan
d) Son indiferentes

9.- ¿Cada miembro de la familia realiza alguno de los quehaceres del hogar?
a) Siempre
b) A veces
c) Pocas veces
d) Nunca

10.- ¿Cada miembro de la familia cumple sus propias responsabilidades?
a) Siempre
b) A veces
c) Pocas veces
d) Nunca

11.- ¿Con qué frecuencia eligen pasar tiempo juntos para divertirse en familia?
a) Todos los días
b) Una o dos veces por semana
c) Rara vez
d) Nunca

12.- Cuando salen de paseo o de vacaciones ¿cómo lo hacen?
a) Toda la familia junta
b) Los papás y algunos hijos
c) Solo los papás
d) Todos por separado

13.- Las personas ancianas en su familia son consideradas:
a) Una bendición
b) Fáciles de sobrellevar
c) Difíciles de sobrellevar
d) Una carga para la familia

14.- ¿Con qué frecuencia invitan a otras personas a compartir su mesa familiar?
a) Siempre
b) Casi siempre
c) Rara vez
d) Nunca

15.-¿ Con qué frecuencia ayudan, como familia, a personas necesitadas?
a) Una vez por semana
b) Una vez al mes
c) Rara vez
d) Nunca

16.- En las pláticas en familia ¿qué lugar ocupa la promoción de los valores católicos?
a) Importante
b) Más o menos importante
c) Secundario
d) Intrascendente

17.- ¿Cuáles son los temas que acostumbran platicar en familia?
a) Cuestiones edificantes
b) Problemas sociales o familiares
c) Nos quejamos de todo
d) Criticamos a otras personas

18.- ¿Hacen oración juntos?
a) Todos los días
b) Una vez a la semana
c) Algunas veces
d) Nunca

19.- ¿Con qué frecuencia asisten a Misa en familia?
a) Cada ocho días
b) Una vez al mes
c) Rara vez
d) Nunca

20.- ¿Con qué frecuencia comparten su fe como familia, por ejemplo leyendo juntos la Palabra, compartiendo su experiencia de Dios o hablando de temas espirituales?
a) Siempre
b) Frecuentemente
c) Rara vez
d) Nunca

Resultados

Si la mayoría de respuestas fue a): ¡Felicidades! Tu resultado es muy bueno. Se nota que Dios es el centro de tu familia y que en Él encuentran la fuente de su amor y de su unión. Procuren seguir por ese buen camino y buscar nuevas maneras de continuar creciendo juntos como católicos y como miembros de una familia llamados no sólo a amarse mutuamente sino llamados también a compartir ese amor con otros.

Si la mayoría de respuestas fue b): Tu resultado es bueno, aunque no tan favorable como hubieras querido porque hay por allí algunos puntos que necesitan atender o reforzar para darle a su vida familiar ese empujoncito que le falta para crecer en unidad y en fe.

Sugerimos organizar actividades en familia que involucren ayudar a otros, y también dedicar más tiempo a fortalecer como familia su relación con Dios.

Si la mayoría de respuestas fue c): Tu resultado necesita mejorar. Se nota que las preocupaciones de la vida cotidiana están afectando la unidad de tu familia y su relación con Dios. No permitan que eso suceda.

Conversa con tus familiares al respecto y acuerden acciones que puedan realizar para reparar esto, en especial pasar más tiempo juntos, esforzarse por dar a cada uno de sus miembros la atención personal y el cariño que necesitan, y sobre todo, dejar que Dios ocupe el centro para que todo lo demás adquiera su justa proporción.

Si la mayoría de respuestas fue d): Hay muchos problemas en tu familia, pero nada que no se pueda corregir con la ayuda de Dios. Lo más importante es no desesperarse, ir atacando un problema cada vez. Y por encima de todo urge mejorar su relación con Dios.

Si no puedes hablarle a tu familia de Dios, háblale a Dios de tu familia. Únete a otros miembros que deseen hacerlo y encomiéndala todos los días a la Sagrada Familia.

Fuente: ACI

El cristianismo es vida y alegría porque Cristo ha resucitado, dice Papa Francisco

Como no podía ser de otra manera, el Papa Francisco dedicó la catequesis de la Audiencia General del 19 de abril a la Pascua: “Cristo resucitado es nuestra esperanza” fue el tema elegido, con el que animó a ver a Cristo Resucitado ante los fracasos de la vida y señaló que el cristianismo es alegría, sorpresa y vida.

El cristianismo “no es tanto nuestra búsqueda hacia Dios, sino la búsqueda de Dios a nosotros”. “Jesús nos ha tomado, nos ha agarrado, nos ha conquistado para no dejarnos más. El cristianismo es gracia, es sorpresa, y por este motivo requiere un corazón capaz de asombrarse”.

“Aquí hay felicidad, alegría y vida, donde todos pensaban que hubiese solo tristeza, derrota y tinieblas”, afirmó. “Dios hace crecer sus flores más hermosas en medio de las piedras más áridas”, añadió.

Francisco dijo a continuación: “si mirando nuestra vida nos damos cuenta de que hemos tenido muchos fracasos… en la mañana de Pascua podemos hacer como esas personas de las que habla el Evangelio: ir al sepulcro de Jesús, ver la gran piedra que ha sido removida y pensar que Dios está realizando para mí, para todos nosotros, un futuro inesperado”.

La Carta a los Corintios

El Pontífice para su catequesis se basó en la primera carta de San Pablo a los Corintios. En ella habla del acontecimiento la resurrección. “Hablando a sus cristianos, Pablo parte de un dato incontestable: que no es el resultado de la reflexión de un hombre sabio, sino un hecho, un simple hecho que ha acontecido en la vida de algunas personas”.

“El cristianismo nace de aquí. No es una ideología, no es un sistema filosófico, sino un camino de fe que parte de un acontecimiento, testimoniado por los primeros apóstoles de Jesús”.

“La fe nace de la resurrección” y “aceptar que Cristo ha muerto, murió crucificado, no es un acto de fe”. Sin embargo, “creer que ha resucitado sí lo es”.

“Nuestra fe nace la mañana de Pascua”. San Pablo “hace un pequeño resumen de todos los relatos y de todas las personas que tuvieron contacto con el Resucitado”.

El último precisamente es él, “como el menos digno de todos” y utiliza la expresión “como un aborto”. El Pontífice recordó que se autodenomina así “porque su historia personal es dramática: él era un perseguidor de la Iglesia, orgulloso de las propias convicciones; se sentía un hombre poderoso, con una idea muy clara de lo que era la vida con sus deberes”.

Pero “un día sucede lo que era absolutamente impredecible: el encuentro con Jesucristo resucitado, en el camino de Damasco”.

En definitiva

“Ser cristianos significa no partir de la muerte, sino del amor de Dios por nosotros, que ha vencido a nuestro acérrimo enemigo. Dios es más grande que nada, y basta solo una vela encendida para vencer la más oscura de las noches”.

Francisco explicó entonces que eso “es el núcleo central de la fe”. “Si en efecto todo hubiese terminado con la muerte, en Él tendríamos un ejemplo de dedicación suprema. Pero esto no podría generar nuestra fe”.

Fuente: Álvaro de Juana via ACIprensa

La Hospitalidad de Emaús

“No os olvidéis de la hospitalidad”

Dos discípulos hacían juntos el camino. No creían y, sin embargo, hablaban del Señor. De repente éste se les aparece, pero bajo formas que no pudieron reconocerle… Le invitan a compartir su albergue, como se hace con un viajero… Ponen, pues, la mesa a punto, presentan la comida, y Dios, a quien no habían reconocido en la explicación de la Escritura, lo reconocen en la fracción del pan.

No es escuchando los preceptos de Dios que se han visto iluminados, sino cumpliéndolos: “No son los que escuchan la Ley los que serán justificados delante de Dios, sino los que ponen en práctica lo que dice la Ley” (Rm 2,13). Si alguno quiere comprender lo que ha escuchado, que se apresure a poner por obra lo que ya ha comprendido. El Señor no fue reconocido mientras hablaba; sino que se dignó manifestarse cuando le ofrecieron algo para comer.

Amemos, pues, la hospitalidad, hermanos muy amados; amemos el practicar la caridad.

San Pablo, refiriéndose a ella, afirma: “Conservad el amor fraterno y no olvidéis la hospitalidad: por ella algunos recibieron, sin saberlo, la visita de unos ángeles (Heb 13,1; Gn 18,1s).

También Pedro dice: “Ofreceos mutuamente hospitalidad, sin protestar” (1P 4,9). Y la misma Verdad nos declara: “Fui forastero y me hospedasteis”… “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, nos dirá el Señor el día del juicio, conmigo lo hicisteis” (Mt 25,35.40)… Y a pesar de ello ¡somos tan perezosos ante la gracia de la hospitalidad! Pongamos atención, hermanos, en la  grandeza de esta virtud. Recibamos a Cristo en nuestra mesa a fin de poder ser recibidos a su festín eterno. Demos ahora hospitalidad a Cristo presente en el extranjero para que en el juicio no seamos como extraños que no le conocemos (Lc 13,25), sino que nos reciba en su Reino como hermanos.

San Gregorio Magno (c. 540-604), papa y doctor de la Iglesia
Homilía 23; PL 76, 1182

¿Qué significa “Aleluya”?

Durante los 40 días de Cuaresma la palabra “Aleluya” desaparece de la liturgia de la Iglesia. No se dice ni una vez. Luego, durante la Vigilia Pascual, el sacerdote entona el gran Aleluya y parece que la Iglesia no puede dejar de repetir esta palabra una y otra vez. Pero ¿por qué?

¿Qué significa Aleluya y por qué está tan estrechamente asociada a la  Pascua?

Aleluya, del latín halleluia, tiene a su vez raíces hebreas en hallĕlū yăh y significa “alabad a Dios”. Se encuentra más comúnmente como una especie de antífona que se repite al final de los Salmos. También se encuentra en el libro de Tobías, donde se utiliza como un himno de alabanza para cantar en la nueva Jerusalén.

“Las plazas de Jerusalén serán soladas con rubí y piedra de Ofir; las puertas de Jerusalén entonarán cantos de alegría y todas sus casas cantarán: ¡Aleluya!” (Tobías 13:17)

No es de sorprender que también aparezca en el libro de Apocalipsis.

“Después oí en el cielo como un gran ruido de muchedumbre inmensa que decía: ‘¡Aleluya! La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios, porque sus juicios son verdaderos y justos; porque ha juzgado a la Gran Ramera que corrompía la tierra con su prostitución, y ha vengado en ella la sangre de sus siervos’. Y por segunda vez dijeron: ‘¡Aleluya! La humareda de la Ramera se eleva por los siglos de los siglos’. Entonces los veinticuatro Ancianos y los cuatro Vivientes se postraron y adoraron a Dios, que está sentado en el trono, diciendo: ‘¡Amén! ¡Aleluya!’.

Y salió una voz del trono, que decía: ‘Alabad a nuestro Dios, todos sus siervos y los que le teméis, pequeños y grandes’. Oí el ruido de muchedumbre inmensa y como el ruido de grandes aguas y como el fragor de fuertes truenos. Y decían: ‘¡Aleluya! Porque ha establecido su reinado el Señor, nuestro Dios Todopoderoso. Alegrémonos y regocijémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su Esposa se ha engalanado (…)’”. (Apocalipsis 19, 1-7)

Pascua, tiempo de gran alegría y exaltación

San Jerónimo es el responsable de la traducción de la expresión hebrea de la palabra “Aleluya” en la Vulgata Latina, que se usaba por entonces en la liturgia romana. Es y siempre ha sido una expresión de alabanza, para glorificar a Dios por su bondad. Por esta razón, Aleluya está tan íntimamente relacionada con una época de alegría y contrasta drásticamente con la sombría actitud de penitencia de la Cuaresma.

La Pascua es un periodo de gran alegría y exaltación. Por ello, cantar Aleluya es la forma que tiene la Iglesia de destacar esta realidad. Se ofrece así continuamente alabanzas y honras a Dios.

Así que, si alguna vez necesitas una oración breve para ensalzar a Dios, simplemente grita “¡Aleluya!”.

Fuente: Aleteia

¿Es razonable creer en Dios?

Llevamos en nuestro corazón la esperanza de redescubrir cuánta alegría hay en creer y de volver a encontrar el entusiasmo de comunicar a todos las verdades de la fe. Estas verdades no son un simple mensaje sobre Dios, una información particular sobre Él. Expresan el acontecimiento del encuentro de Dios con los hombres, encuentro salvífico y liberador que realiza las aspiraciones más profundas del hombre, sus anhelos de paz, de fraternidad, de amor. La fe lleva a descubrir que el encuentro con Dios valora, perfecciona y eleva cuanto hay de verdadero, de bueno y de bello en el hombre. Es así que, mientras Dios se revela y se deja conocer, el hombre llega a saber quién es Dios, y conociéndole se descubre a sí mismo, su proprio origen, su destino, la grandeza y la dignidad de la vida humana.

¿Qué es la fe?

La fe permite un saber auténtico sobre Dios que involucra toda la persona humana: es un «saber», esto es, un conocer que da sabor a la vida, un gusto nuevo de existir, un modo alegre de estar en el mundo. La fe se expresa en el don de sí por los demás, en la fraternidad que hace solidarios, capaces de amar, venciendo la soledad que entristece. Este conocimiento de Dios a través de la fe no es por ello sólo intelectual, sino vital.

Es el conocimiento de Dios-Amor, gracias a su mismo amor. El amor de Dios además hace ver, abre los ojos, permite conocer toda la realidad, mas allá de las estrechas perspectivas del individualismo y del subjetivismo que desorientan las conciencias. El conocimiento de Dios es por ello experiencia de fe e implica, al mismo tiempo, un camino intelectual y moral: alcanzados en lo profundo por la presencia del Espíritu de Jesús en nosotros, superamos los horizontes de nuestros egoísmos y nos abrimos a los verdaderos valores de la existencia.

La razonabilidad de la fe

En la catequesis de hoy quisiera detenerme en la razonabilidad de la fe en Dios. La tradición católica, desde el inicio, ha rechazado el llamado fideísmo, que es la voluntad de creer contra la razón. Credo quia absurdum (creo porque es absurdo) no es fórmula que interprete la fe católica. Dios, en efecto, no es absurdo, sino que es misterio.

El misterio, a su vez, no es irracional, sino sobreabundancia de sentido, de significado, de verdad. Si, contemplando el misterio, la razón ve oscuridad, no es porque en el misterio no haya luz, sino más bien porque hay demasiada. Es como cuando los ojos del hombre se dirigen directamente al sol para mirarlo: sólo ven tinieblas; pero ¿quién diría que el sol no es luminoso, es más, la fuente de la luz? La fe permite contemplar el «sol», a Dios, porque es acogida de su revelación en la historia y, por decirlo así, recibe verdaderamente toda la luminosidad del misterio de Dios, reconociendo el gran milagro: Dios se ha acercado al hombre, se ha ofrecido a su conocimiento, condescendiendo con el límite creatural de su razón (cf. Conc. Ec. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum, 13).

Al mismo tiempo, Dios, con su gracia, ilumina la razón, le abre horizontes nuevos, inconmensurables e infinitos. Por esto la fe constituye un estímulo a buscar siempre, a nunca detenerse y a no aquietarse jamás en el descubrimiento inexhausto de la verdad y de la realidad. Es falso el prejuicio de ciertos pensadores modernos según los cuales la razón humana estaría como bloqueada por los dogmas de la fe. Es verdad exactamente lo contrario, como han demostrado los grandes maestros de la tradición católica.

San Agustín, antes de su conversión, busca con gran inquietud la verdad a través de todas las filosofías disponibles, hallándolas todas insatisfactorias. Su fatigosa búsqueda racional es para él una pedagogía significativa para el encuentro con la Verdad de Cristo. Cuando dice: «comprende para creer y cree para comprender» (Discurso 43, 9: PL 38, 258), es como si relatara su propia experiencia de vida. Intelecto y fe, ante la divina Revelación, no son extraños o antagonistas, sino que ambos son condición para comprender su sentido, para recibir su mensaje auténtico, acercándose al umbral del misterio. San Agustín, junto a muchos otros autores cristianos, es testigo de una fe que se ejercita con la razón, que piensa e invita a pensar.

En esta línea, san Anselmo dirá en su Proslogion que la fe católica es fides quaerens intellectum, donde buscar la inteligencia es acto interior al creer.Será sobre todo santo Tomás de Aquino —fuerte en esta tradición— quien se confronte con la razón de los filósofos, mostrando cuánta nueva y fecunda vitalidad racional deriva hacia el pensamiento humano desde la unión con los principios y de las verdades de la fe cristiana.

La fe católica es, por lo tanto, razonable y nutre confianza también en la razón humana. El concilio Vaticano I, en la constitución dogmática Dei Filius, afirmó que la razón es capaz de conocer con certeza la existencia de Dios a través de la vía de la creación, mientras que sólo a la fe pertenece la posibilidad de conocer «fácilmente, con absoluta certeza y sin error» (ds 3005) las verdades referidas a Dios, a la luz de la gracia. El conocimiento de la fe, además, no está contra la recta razón.

San Juan Pablo II, en efecto, en la encíclica Fides et ratio sintetiza: «La razón del hombre no queda anulada ni se envilece dando su asentimiento a los contenidos de la fe, que en todo caso se alcanzan mediante una opción libre y consciente» (n. 43). En el irresistible deseo de verdad, sólo una relación armónica entre fe y razón es el camino justo que conduce a Dios y al pleno cumplimiento de sí.

Esta doctrina es fácilmente reconocible en todo el Nuevo Testamento. San Pablo, escribiendo a los cristianos de Corintio, sostiene, como hemos oído: «los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles» (1 Co 1, 22-23).

Y es que Dios salvó el mundo no con un acto de poder, sino mediante la humillación de su Hijo unigénito: según los parámetros humanos, la insólita modalidad actuada por Dios choca con las exigencias de la sabiduría griega. Con todo, la Cruz de Cristo tiene su razón, que san Pablo llama ho lògos tou staurou, «la palabra de la cruz» (1 Cor 1, 18). Aquí el término lògos indica tanto la palabra como la razón y, si alude a la palabra, es porque expresa verbalmente lo que la razón elabora. Así que Pablo ve en la Cruz no un acontecimiento irracional, sino un hecho salvífico que posee una razonabilidad propia reconocible a la luz de la fe.

Al mismo tiempo, él tiene mucha confianza en la razón humana; hasta el punto de sorprenderse por el hecho de que muchos, aun viendo las obras realizadas por Dios, se obstinen en no creer en Él. Dice en la Carta a los Romanos: «Lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad, son perceptibles para la inteligencia a partir de la creación del mundo y a través de sus obras» (1, 20). Así, también san Pedro exhorta a los cristianos de la diáspora a glorificar «a Cristo el Señor en vuestros corazones, dispuestos siempre para dar explicación a todo el que os pida una razón de vuestra esperanza» (1 P 3, 15). En un clima de persecución y de fuerte exigencia de testimoniar la fe, a los creyentes se les pide que justifiquen con motivaciones fundadas su adhesión a la palabra del Evangelio, que den razón de nuestra esperanza.

Fe y razón

Sobre estas premisas acerca del nexo fecundo entre comprender y creer se funda también la relación virtuosa entre ciencia y fe. La investigación científica lleva al conocimiento de verdades siempre nuevas sobre el hombre y sobre el cosmos, como vemos. El verdadero bien de la humanidad, accesible en la fe, abre el horizonte en el que se debe mover su camino de descubrimiento.

Por lo tanto hay que alentar, por ejemplo, las investigaciones puestas al servicio de la vida y orientada a vencer las enfermedades. Son importantes también las indagaciones dirigidas a descubrir los secretos de nuestro planeta y del universo, sabiendo que el hombre está en el vértice de la creación, no para explotarla insensatamente, sino para custodiarla y hacerla habitable. De tal forma la fe, vivida realmente, no entra en conflicto con la ciencia; más bien coopera con ella ofreciendo criterios de base para que promueva el bien de todos, pidiéndole que renuncie sólo a los intentos que —oponiéndose al proyecto originario de Dios— pueden producir efectos que se vuelvan contra el hombre mismo.

También por esto es razonable creer: si la ciencia es una preciosa aliada de la fe para la comprensión del plan de Dios en el universo, la fe permite al progreso científico que se lleve a cabo siempre por el bien y la verdad del hombre, permaneciendo fiel a dicho plan.

He aquí por qué es decisivo para el hombre abrirse a la fe y conocer a Dios y su proyecto de salvación en Jesucristo. En el Evangelio se inaugura un nuevo humanismo, una auténtica «gramática» del hombre y de toda la realidad. Afirma el Catecismo de la Iglesia católica: «La verdad de Dios es su sabiduría que rige todo el orden de la creación y del gobierno del mundo. Dios, único Creador del cielo y de la tierra (cf. Sal 115, 15), es el único que puede dar el conocimiento verdadero de todas las cosas creadas en su relación con Él» (n. 216).

Confiemos, pues, en que nuestro empeño en la evangelización ayude a devolver nueva centralidad al Evangelio en la vida de tantos hombres y mujeres de nuestro tiempo. Y oremos para que todos vuelvan a encontrar en Cristo el sentido de la existencia y el fundamento de la verdadera libertad: sin Dios el hombre se extravía. Los testimonios de cuantos nos han precedido y dedicaron su vida al Evangelio lo confirman para siempre. Es razonable creer; está en juego nuestra existencia. Vale la pena gastarse por Cristo; sólo Él satisface los deseos de verdad y de bien enraizados en el alma de cada hombre. Ahora, en el tiempo que pasa y el día sin fin de la Eternidad bienaventurada.

Para saber más: EXISTENCIA DE DIOS

 

Fuente: BENEDICTO XVI. AUDIENCIA GENERAL. Sala Pablo VI . Miércoles 21 de noviembre de 2012. El Año de la fe. La razonabilidad de la fe en Dios

 

El milagro que permitió la conversión de “Obi-Wan Kenobi” al catolicismo

Sir Alec Guinness es uno de los actores más reconocidos del siglo 20. Aunque apareció en muchas películas en su vida y ganó muchos premios, es conocido mundialmente por haber interpretado a Obi-Wan Kenobi en la trilogía original de Star Wars.

Sir Alec Guiness conversa con George Lucas

Lo que mucha gente no sabe sobre él es que a la edad de 42 se convirtió al catolicismo, en parte debido a un hecho milagroso.

Guinness nació en 1914 en Londres en una familia con problemas. Nunca conoció a su padre y se crió en la pobreza. A pesar de que se confirmó en la fe anglicana a los 16 años, no estaba seguro de lo que realmente creía sobre la religión. Luego se desplazó al presbiterianismo, ateísmo, marxismo, budismo, e incluso asistió a algunas reuniones de cuáqueros. Sin embargo, como típico inglés de principios del siglo XX, no tenía ningún interés en el catolicismo.

Charlando afectuosamente con Mark Hamill

Mientras ensayaba para la obra Hamlet, un sacerdote anglicano se acercó a él y le explicó que hacía mal la señal de la cruz y le mostró el modo correcto. Este encuentro tuvo un impacto espiritual en él, y recuperó algo de interés en el anglicanismo.

Se sintió más atraído a la fe anglicana durante el torbellino de la Segunda Guerra Mundial, pero en 1954 a los 40 años de edad otra experiencia lo llevó a considerar el catolicismo.

Estaba en Francia trabajando en la película “El Padre Brown”. Película basada en el famoso sacerdote que resolvía crímenes creado por GK Chesterton. Tenía el rol protagónico y andaba vestido como sacerdote católico. Mientras caminaba por la calle, un niño del lugar lo confundió con un verdadero sacerdote. El niño corrió, tomó su mano con confianza, y caminó con él.

La confianza y el afecto del niño hacia los sacerdotes católicos tuvieron un profundo impacto en él y empezó a considerar seriamente el catolicismo.

Sobre esta experiencia alguna vez dijo:

«Mientras continuaba mi caminata, pensé que una Iglesia que podía inspirar tanta confianza en un niño, haciendo que los sacerdotes, aunque desconocidos, fueran de tan fácil acceso, no podía ser tan intrigante o espeluznante como tantas veces se le presentaba. Empecé a desprenderme de mis antiguos prejuicios aprendidos y absorbidos».

El milagro que necesitaba para creeer

Poco después, su hijo Mateo contrajo polio y parecía estar cerca de la muerte. Desesperado y buscando ayuda divina, Guinness comenzó a visitar una iglesia católica local para orar.

Hizo un trato con Dios: si Mateo se curaba, le permitiría convertirse en católico si quería.

Contra todas las expectativas, su hijo se recuperó. Guinness y su esposa lo inscribieron en un colegio jesuita. Unos años más tarde, Guinness, su esposa y su hijo se convirtieron al catolicismo.

Guinness siguió siendo un católico fiel el resto de su vida hasta su muerte en el año 2000. Que descanse en paz.

Fuente: ACIprensa

Domingo de la Divina Misericordia

Hoy la Iglesia Universal celebra la Fiesta de la Divina Misericordia, establecida por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos el 23 de mayo del 2000 por indicación de San Juan Pablo II, para que tenga lugar el Segundo Domingo de Pascua.

Cristo de la Divina Misericordia

El objetivo de esta Fiesta es hacer llegar a los corazones de cada persona el mensaje de que Dios es Misericordioso y ama a todos.

“Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea un refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores”, le dijo Jesús a Santa Faustina.

“Las almas mueren a pesar de mi amarga Pasión. Les ofrezco la última tabla de salvación, es decir, la Fiesta de mi Misericordia. Si no adoran mi misericordia morirán para siempre”, le señaló Cristo a la santa en otra ocasión.

En este día los fieles pueden obtener indulgencias plenarias y con el fin de celebrar apropiadamente esta festividad, se recomienda rezar la Coronilla de la Divina Misericordia.

Oración de la Coronilla de la Divina Misericordia

La Coronilla es un conjunto de oraciones utilizadas como parte de la devoción a la Divina Misericordia y que fue dictada por el mismo Jesús en 1935 a Sor Faustina Kowalska.

En aquel año la religiosa recibió de Cristo las siguientes indicaciones: “Esta oración es para aplacar mi ira, la rezarás durante nueve días con un rosario común, de modo siguiente: primero rezarás una vez el Padre nuestro y el Ave María y el Credo”.

“Después, en las cuentas correspondientes al Padrenuestro, dirás las siguientes palabras: Padre Eterno, Te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero”.

“En las cuentas del Avemaría, dirás las siguientes palabras: Por su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. Para terminar, dirás tres veces estas palabras: Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero”.

Esta Coronilla generalmente se concluye con la siguiente oración escrita en el diario de Santa Faustina: “Oh Sangre y Agua que brotaste del Corazón de Jesús, como una fuente de misericordia para nosotros, en ti confío”.

Con la expansión de la devoción al Señor de la Divina Misericordia, son muchos los fieles que rezan esta coronilla todos los días a las tres de la tarde, la “hora de la misericordia”, y siguiendo la promesa de Cristo: “A las almas que recen esta Coronilla, mi misericordia las envolverá en la vida y especialmente a la hora de la muerte”.

Cierto día el Señor de la Divina Misericordia dijo a Santa Faustina: “Oh, qué gracias más grandes concederé a las almas que recen esta Coronilla”.

En otra ocasión Jesús le pidió a la Santa: “Escribe: cuando recen esta Coronilla junto a los moribundos, me pondré entre el Padre y el alma agonizante no como el Juez justo sino como el Salvador misericordioso”.

Para saber más

Fuente: ACIprensa

La versión cristiana de “Despacito” que se ha hecho viral

El «Despacito» cristiano cerca de 350 mil visualizaciones en sólo 3 días
Los jóvenes Luisto y los Hermanos Llandrès, o mejor conocidos como la triple L, pertenecen al movimiento Cursillos de Cristiandad en España y compusieron esta nueva versión de Despacito para cerrar la Pascua de Jóvenes, el pasado domingo cambiándole el título por “Resucitó”.

Con sólo 3 días en el ciberespacio ya lleva cerca de 350.000 mil visualizaciones y en Facebook ya se ha perdido la cuenta de los miles de Me gustas y comparticiones.

Es posible modernizar las habituales canciones religiosas y dales un toque innovador y juvenil.

El «Despacito» cristiano cerca de 350 mil visualizaciones en sólo 3 días
Los jóvenes Luisto y los Hermanos Llandrès, o mejor conocidos como la triple L, pertenecen al movimiento Cursillos de Cristiandad en España y compusieron esta nueva versión de Despacito para cerrar la Pascua de Jóvenes, el pasado domingo cambiándole el título por “Resucitó”.

Con sólo 3 días en el ciberespacio ya lleva cerca de 350.000 mil visualizaciones y en Facebook ya se ha perdido la cuenta de los miles de Me gustas y comparticiones.

Es posible modernizar las habituales canciones religiosas y dales un toque innovador y juvenil.

Historia y receta de la Mona de Pascua

Historia de las monas

Inicialmente, “la mona”, que es el pastel tradicional del día de Pascua, era una coca o un roscón hecho de bizcocho con huevos duros encima, que el reverendo Pere Labèrnia definió como “coca con huevos duros, enteros y cuyts ab ella”. Con el paso de los años los huevos duros se han sustituido por huevos de chocolate. En algunos lugares la mona traía insertados tantos huevos como años tenía el niño, pero nunca superaba la docena puesto que el padrino sólo la regalaba hasta que los niños hacían la primera comunión.

El huevo simboliza la resurrección y desde finales del siglo XIX los pasteleros empezaron a hacer “monas” de carácter monumental y fueron perdiendo su sencillez inicial, de forma que se distinguió entre la mona de casa (o casera), y la mona de droguero (o de confitero o de pastelero). La mona casera solía consistir en una coca rodeada de huevos y recubierta con semillas de anís o de matafaluga.

Sobre las “monas” de Pascua el folklorista tortosino Joan Moreira escribió: “Pascua, es éste el día de las monas; redoles de pasta buena, guarnidas de huevos. Los padrinos acostumbran a darla a los ahijados, que esperan este día en verdadê delê, como lo demuestra el dicho aquel que se aplica al que nervioso espera algo: ‘está como si esperara la mona de Pascua’. Es costumbre que estos días salga todo el mundo al campo a comerse la mona” (Del folclore tortosino, 575).

Fuente: ForumLibertas por

Receta para hacer la mona

Ingredientes
    • 500 gr. de harina
    • 1 sobre de levadura seca (12 gr.) o 25 gr. de levadura fresca
    • 1/4 litro de leche templada
    • 100 gr. de mantequilla fundida
    • 80 gr. de azúcar
    • 1 huevo
    • 1 pizca de sal

Para “pintar” la masa

    • 1 yema de huevo
    • 1 cucharada de leche

Para la decoración

  • Anisetes de colores, bolitas de chocolate, pasas, cerezas para decorar, almendras laminadas…
  • Huevos cocidos pintados con colorante alimentario o huevos de chocolate
Cómo preparar monas de pascua

Ponemos la harina en un bol. Añadimos la levadura seca y lo mezclamos todo bien con un tenedor. Añadimos el resto de ingredientes: la mantequilla (previamente la hemos derretido en el microondas), la leche, el azúcar, el huevo y una pizca de sal. Lo batimos todo bien con la batidora y le damos forma redonda a la masa con las manos, quedándonos una masa como en la imágen.

Masa de la Mona de Pascua

Cubrimos el bol con un paño y  lo ponemos en el horno durante unos 20-30 minutos a una temperatura máxima de 50 grados, dejando la puerta del horno entreabierta con una cuchara de madera, hasta que veamos que la masa haya levado, es decir, que haya aumentado su volumen visiblemente. También la podemos calentar en el microondas cubriéndo el bol con un paño húmedo a 80-90 watios durante unos 8 minutos.

Mientras la masa crece, cubrimos una bandeja de horno con papel vegetal. Una vez la masa ha levado, la dividimos en 4 o 5 partes dependiendo de la cantidad de “monas” que queráis hacer y el tamaño. Aquí tenemos que dejar volar nuestra imaginación para darle forma a la masa con las figuras que queramos. En nuestro caso con la masa hemos preparado 4 figuras distintas: un conejo, una tortuga, un nido y una trenza, pero podéis hacer las que se os ocurra, decorando con bolitas de colores, huevos cocidos pintados, almendras fileteadas, azúcar… ¡Es el momento de la imaginación! Podéis dejar que vuestros hijos os ayuden, además lo pasaréis en grande.

Masas Mona de Pascua

Las ponemos otros 10 minutos al horno a máximo 50 grados, para que siga creciendo la masa. Una vez tenemos nuestras figuras listas, mezclamos una yema de huevo con una cucharada de leche. Pintamos las monas con esta mezcla, para que se doren en el horno. Añadimos la decoración que se nos ocurra para acabar nuestras figuras, por ejemplo, nosotros usamos pasas para los ojos, una cereza para la nariz, bolitas de colores, bolitas de chocolate y almendras laminadas para decorar.

Monas de Pascua o Panquemao

Con nuestras figuras ya listas y decoradas, las ponemos en el horno precalentado a 200º durante unos 25-30 minutos. Hasta que veamos que están listas y que ha cogido un color adecuado.

Las sacamos del horno, las dejamos enfriar, le ponemos los huevos pintados o de chocolate  como decoración y ya tenemos nuestras monas de Pascua listas para comer. ¿A que han quedado “monísimas”?

Monas de Pascua

Para comerlas, las podemos untar con mantequilla, mermelada, un poco de queso… Acompañadas de un chocolate caliente, tenemos un estupendo desayuno o merienda para los días de Pascua, o para cualquier ocasión. ¿Os animáis?

Monas de Pascua nido

Receta e imágenes: Pequerecetas