Si tuviera una varita mágica para hacer las cosas…

¿Quieres una varita mágica?

¿Quién alguna vez no ha deseado tener una varita mágica o un hada madrina que de pronto haga nuestras tareas, nos solucione ese examen horrible o simplemente haga desaparecer nuestros problemas? En el video que presentamos hoy, es una simpática muñequita de madera la encargada de hacer esto posible… y sí, por un breve momento nos hace creer en la ilusión de una vida “fácil”, sin esfuerzo (y mucho menos, sacrificio).

En la animación, vemos a una niña que haciendo sus tareas cae dormida por el cansancio. De repente, una muñeca de escritorio cobra vida y termina la tarea escolar de la protagonista.

Al despertar, la niña, sorprendida pero también encantada de ver que su tarea está terminada, va a su colegio. Cuando regresa, está más feliz todavía porque obtuvo una buena calificación a pesar de no habérsela ganado. Y claro, por la ley del menor esfuerzo, decide ahora entregarle todas sus tareas a su pequeña aliada de madera.

Lo que nuestra protagonista no se imagina es que toda decisión de renunciar a lo correcto y sucumbir a la flojera, el facilismo o la dejadez trae consecuencias. Vemos con asombro cómo esa muñequita de escritorio se va haciendo más y más grande, pero la niña no lo nota.

Está cegada por los dulces frutos inmediatos que experimenta: buenas notas ganadas sin esfuerzo y más tiempo libre para videojuegos. Tiene lo que quiere, ¿a quién le importa si esa, hasta ahora, “aliada” se hace más grande y va ocupando más espacio en su cuarto, en su vida?

Detengámonos un momento…

…y pensemos un poco en nuestra propia vida. Tal vez no tengamos muñequitas de madera que tomen nuestro lugar y nos prevengan de darle la dedicación que nuestras responsabilidades merecen, pero revisemos si es que no hemos permitido que cosas no necesariamente malas, como Facebook, Instagram, redes sociales o simple flojera, nos roben ese tiempo y esa concentración. Igual que en el video, comienza con una decisión consciente. Pensamos: «Es solo esta vez, es sólo por hoy, un ratito más», pero lo cierto es que cuando más permisivos somos con nosotros mismos, estas formas de procrastinación se hacen vicios, quiebran nuestra voluntad y nos convierten, en el mejor de los casos, en mediocres.

Lejanas entonces resuenan esas palabras de Dios a Josué: «Leerás continuamente el libro de esta Ley y lo meditarás para actuar en todo según lo que dice. Así se cumplirán tus planes y tendrás éxito en todo. Yo soy quien te manda; esfuérzate, pues, y sé valiente» (Jos 2, 8). Así, en el plano espiritual, el peligro de la falta de esfuerzo y sacrificio está en perder de vista nuestra vocación última como cristianos: la santidad. Ser cristianos, como su nombre lo dice, es ser como Cristo. Un cristiano mediocre es por tanto un contrasentido.

El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC 2472) lo explica así:

«El deber de los cristianos de tomar parte en la vida de la Iglesia, los impulsa a actuar como testigos del Evangelio y de las obligaciones que de él se derivan. Este testimonio es transmisión de la fe en palabras y obras. El testimonio es un acto de justicia que establece o da a conocer la verdad (cf Mt 18, 16): “Todos […] los fieles cristianos, dondequiera que vivan, están obligados a manifestar con el ejemplo de su vida y el testimonio de su palabra al hombre nuevo de que se revistieron por el bautismo y la fuerza del Espíritu Santo que les ha fortalecido con la confirmación”» (AG 11).

Buscar la mirada de Dios

Es evidente que llevar una vida coherente con nuestra fe requiere sacrificio y una intención honesta de llevarla a cabo. Nuestras fuerzas vendrán de los sacramentos, de la búsqueda cotidiana de Dios fijando un tiempo para la oración, y de todas las gracias espirituales que de ahí nos vienen. No olvidemos que «el sacrificio exterior, para ser auténtico, debe ser expresión del sacrificio espiritual» (CIC 2100). Hace falta esta aclaración, puesto que, incluso si alcanzáramos la excelencia en nuestra vida académica, profesional o en cualquier otro aspecto, por medio del sacrificio natural, éste aún no sería suficiente para llamarnos buenos cristianos.

«Misericordia quiero y no sacrificios» (Mt 9, 13). El sacerdote y académico padre Bernardo Hurault comenta al respecto: «El hombre lamenta sus errores, pero su sinceridad no es tal que se aleje de sus pecados. Piensa contentar a Dios con ofrecerle algunos sacrificios, pero está lejos del Amor verdadero que se prueba con la obediencia; prefiere ofrecer sacrificios costosos que él mismo decide, en vez de obedecer lo que Dios le pedía».

Regresando al video, éste tiene un final un poco oscuro. La dejadez e inacción de la protagonista le han dado tanta cabida a la muñequita de madera que ésta al ir tomando de a pocos su lugar, se convierte en una niña de carne y hueso. No solo eso, sino que es la protagonista la que ahora se convierte en una muñeca de madera. Y es que era inevitable que la renuncia de la protagonista a su papel de niña y estudiante, así como nuestra renuncia a la responsabilidad de formarnos como seres humanos, hacen que nos convirtamos en muñecos de madera sin posición ni opinión, muñecos de cualquier ideología de moda o gobierno injusto, muñecos sin valores bien formados o sin la valentía de defenderlos…

Fuente: Catholic Link

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