Hoy os traemos una reflexión de Manuel González, sacerdote de Madrid, que nos explica el significado de la Corona de Adviento. El Adviento marca el principio del Año cristiano: son cuatro semanas de expectación piadosa y alegre. Adviento, del latín adventus, significa venida; en griego se traduce como parusía. Este tiempo presenta una doble índole:
Es preparación para las solemnidades de Navidad, en las que se conmemora la primera venida del Hijo de Dios a los hombres, y, es a la vez, el tiempo en el que por este recuerdo se dirigen las mentes hacia la expectación de la segunda venida de Cristo al fin de los tiempos (NUALC 39).
El pueblo cristiano vive estas semanas, sobre todo, como memoria de la preparación a la venida del Mesías. La conciencia de la larga espera que precedió a la venida del Salvador ha cristalizado en diversas expresiones que alientan la fe del pueblo cristiano: una de ellas es la Corona de Adviento.
En efecto, el Directorio sobre la Piedad Popular (n. 98) reconoce que la colocación de cuatro cirios sobre una corona de ramos verdes… se ha convertido en un símbolo del Adviento en los hogares cristianos. La Corona de Adviento, cuyas cuatro luces se encienden progresivamente, domingo tras domingo hasta la solemnidad de Navidad, es memoria de las diversas etapas de la historia de la salvación antes de Cristo y símbolo de la luz profética que iba iluminando la noche de la espera, hasta el amanecer del Sol de justicia (cfr. Mal 3,20; Lc 1,78).
Historia de la Corona de Adviento
No tenemos demasiadas noticias acerca de su origen, aunque la corona es un permanente símbolo de múltiples significados. De hecho, los antiguos pueblos europeos, tanto germanos como romanos, temían que el sol desapareciera para siempre en el invierno y, con él, la vida. Como conjuro adornaban sus hogares con coronas compuestas de hojas verdes (laurel, pino, boj, acebo, hiedra, etc). Su forma evocaba la esfera del sol y anunciaba su retorno. Asimismo, el círculo recordaba al ciclo del tiempo festivo que retorna cada año. Por estas razones, la corona se convirtió en el símbolo de la vida eterna.
Algo parecido se podría decir de la utilización de las lámparas y candelas. Durante el frío y la oscuridad de diciembre, además de la decoración siempre verde, se encendían hogueras y luces como señal de esperanza en el retorno de la primavera. Las luces aparecen mencionadas entre los cristianos en el siglo XIV expresando esperanza en un futuro mejor. En Adviento se encendían velas rojas, por el color de la sangre de Cristo, pues el que venía en Navidad habría de entregar su vida por la salvación de los hombres. En el siglo XVI los cristianos germanos, tanto católicos como protestantes, observaban estas mismas costumbres ya que las prácticas primitivas (coronas verdes y fuegos rituales) contenían una semilla de verdad que podía expresar la verdad suprema: Jesús es la luz eterna que ha venido, que está con nosotros y que vendrá con gloria…
Esto lo recordaba, a mediados del siglo XIX en las afueras de Hamburgo, el Rvdo. Johann Heinrich Wichern (1808-1881) en su Casa Orfanato de Horn. Allí, y con un intento catequético, cada noche de Adviento explicaba a los niños la historia de salvación. Para ello, el pastor había colgado del techo, y decorado con pequeñas candelas, una gran rueda circular en la que destacaban cuatro velones. Tras encender una de las velas que marcaban los días de diciembre previos a la Navidad les hablaba del Adviento como Memoria de las diversas etapas de la historia de la salvación antes de Cristo. Les explicaba el encendido progresivo de las candelas como símbolo de la luz profética que iba iluminando la noche de la espera, hasta el amanecer del Sol de justicia (cf. Mal 3, 20; Lc 1, 78). Los niños aprenderían así a vivir las cuatro semanas como Profecía de Cristo, luz del mundo que volverá para iluminar definitivamente al mundo (cf. Is 34, 5; 40,10; Ha 2, 3; 1 Co 4,5) y a quien esperamos con las lámparas encendidas (cf. Mt 25, 1-13; Mc 13, 37; Lc12, 35ss). Años más tarde, Wichern funda el orfelinato berlinés de Tegel e introduce la misma usanza de forma simplificada. Por su simbolismo y expresividad cristiana la costumbre se extendió entre los amigos, la rueda se trenzó con ramas de abeto y las velas se redujeron a cuatro -los correspondientes a los domingos del Adviento romano-. Las ramas de pino comenzaron a atarse con una cinta violeta –color litúrgico del tiempo- al par que se colgaban de las ventanas y las puertas. En algunos hogares los cuatro cirios, como centro de mesa, se encendían progresivamente al bendecir los alimentos.
Durante la primera Guerra Mundial la Corona se difunde en los hospitales militares alemanes y, más tarde, entre las familias de los soldados que volvían a casa. En 1925, en el fervor del Movimiento Litúrgico, una guirnalda con las cuatro candelas se encendía en una iglesia católica de Colonia y cinco años después en otra iglesia de Munich. La costumbre, sobrepasando el mundo germano, se fue extendiendo tanto en las iglesias como en los hogares cristianos.
Una catequesis litúrgica de la Corona de Adviento
La Corona de Adviento es un ejemplo de catequesis con elementos de la cultura ambiental. Los misioneros, que en la vieja Europa evangelizaron a los pueblos celtas y germanos, aprovecharon las costumbres invernales para transmitir la Buena Noticia. Supieron partir de sus usos ancestrales para enseñar la fe católica. Por ello, esta guirnalda contiene una gran variedad de símbolos:
Su forma: El círculo es una figura geométrica perfecta que no tiene ni principio ni fin: imagen de la unidad y eternidad divina, de Aquel que es el mismo ayer, hoy y siempre (cf. Heb 13,8). Evoca los ciclos anuales de espera de tantos creyentes desde Adán hasta Cristo, así como nuestra esperanza en su segunda y definitiva venida (cf. Ga 4,4). Para los cristianos la forma circular significa el ciclo del Año Litúrgico, el tiempo donde experimentamos sacramentalmente la bondad de Dios (cf. Sal 64,12).
Las ramas verdes: El follaje de hoja perenne evoca a Cristo que vive para siempre (cf. Mt 28, 20). El verde pertenece a las estaciones de vida que el invierno mata, pero las plantas perennes resisten con firmeza. Por esta razón, el boj, el laurel, la hiedra, el acebo, el enebro, el pino y el abeto han sido utilizados desde muy antiguo como expresiones de deseos positivos. Durante la Navidad , todas las casas, así como las iglesias parroquiales se engalanan con cualquier planta verde (John Stow, The Survey of London). Esta descripción inglesa de finales del s. XV hace ver como este color recuerda la vida de gracia, el crecimiento espiritual y la esperanza celebrada en Adviento-Navidad. Dios quiere que esperemos su gracia, el perdón de los pecados y la gloria eterna al final de nuestras vidas.
Las cuatro velas: Así como las tinieblas se disipan con cada vela que encendemos al comenzar la oración, los siglos se fueron iluminando con el anuncio profético de la llegada de Cristo a nuestro mundo: Luz que disipa las tinieblas del corazón y del espíritu (cf. Za 14, 5.7; Ha 2, 3; 1 Co 4,5).Tradicionalmente, los cirios son de color rojo para evocar el fuego, la luz o la sangre del Señor. En las coronas de inspiración sueca, las cuatro velas son blancas, color que nos prepara para la fiesta de Navidad. En Austria se eligieron moradas ya que éste es el color del tiempo litúrgico. Antiguamente, con las velas violáceas se prendía una de color rosa: la correspondiente al tercer domingo de Adviento, que en latín se denomina Gaudete (Alegraos, cf. Flp 4, 4.5).
Hay muchas catequesis populares para explicar el encendido de cada lámpara: en la más difundida la primera luz simbolizaría el perdón otorgado a Adán y Eva; la segunda vela, la fe de Abrahám y de los Patriarcas; la tercera sería expresión del gozo de David y de los Hijos de Sión que se alegran con la venida de su Rey; y la cuarta como símbolo de la enseñanza de los profetas que anunciaron que el Mesías nacería de la Virgen María.
Decoración festiva de la Corona de Adviento: Las manzanas rojas que, a veces, adornan la Corona representan los frutos del jardín del Edén. Adán y Eva trajeron el pecado al mundo pero recibieron también la promesa del Salvador universal (cf. Sal 84,13; 66,7; 2 Tm 4,8). Una cinta morada, rosácea o roja que suele ceñir el ramaje verde representa el amor envolvente de Dios (cf. Col 3, 14).
Vía: Mozarabía
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Hola José
Creemos que te has quedado a medio camino de decir algo. Prueba otra vez