Día de Difuntos
En el Día de Difuntos, la Iglesia nos invita a orar por todos los difuntos, no sólo por los nuestros, por los más cercanos, sino por todos, también por aquellos de los que nadie se acuerda. Es un acto de solidaridad y el ejercicio de la caridad cristiana, que traspasa la frontera de la muerte, por la comunión de los santos, y nos posibilita ofrecer al Señor nuestras oraciones y nuestros sufragios para que Él los haga llegar como efecto de su amor y de su misericordia a los hermanos fallecidos. La inmediatez de ambas conmemoraciones y el hecho de que la Fiesta de los Santos sea día festivo y la Conmemoración de los Difuntos, laborable, hace que la atención a los que ya han partido a la casa del Padre, como la visita a los cementerios para orar y llevar flores a las tumbas, invada en cierto modo el espacio del Día de los Santos. Bien organizados, habríamos de tener tiempo para ambas obligaciones: para honrar e invocar a los santos, y para orar por los difuntos. Son dos buenas costumbres cristianas que hemos de cultivar y transmitir a las siguientes generaciones, explicándoles el verdadero sentido del culto a los santos y su diferencia con la oración por los difuntos.