MENSAJE DE NAVIDAD

Noticia del Boletín 51 – Año 2, del 23 de diciembre de 2018

Querida Familia:

Llegando el Tiempo de la Navidad del Señor, es un buen momento para hablar desde dentro y expresar aquellas cosas que quizá en otra época del año nos puede costar más. La Navidad no deja de tener un gran poder evocador, trayendo a la cabeza la memoria de personas y acontecimientos que, como nuestra Madre María, guardamos en el corazón (Cf. Lc 2,19). La Navidad es para los niños y para los que se hacen como ellos.

En primer lugar, damos gracias a Dios por la vida de todos y cada uno de los que formamos esta Familia de Santa Eugenia. Es bonito reconocer cómo va dando fruto el deseo de unidad, de cuidarnos unos a otros y de caminar juntos y en la misma dirección hacia Jesús. Ser Familia es un regalo del Espíritu y también una tarea diaria por la que necesitamos orar y aprender a sincerarnos, pedir perdón y perdonar. Siendo diferentes podemos ser UNO en Cristo Jesús. Así sucedió en Belén: allí está la Sagrada Familia, ángeles, pastores y los Magos que vinieron desde lejos para adorar al Señor… son diferentes pero el hecho de ser testigos del Nacimiento de Cristo hizo del pesebre un Hogar para todos. Esa es la clave y el secreto de la unidad: buscar
juntos y de corazón a Jesús; del resto del trabajo ya se encarga el Espíritu de Dios. ¡Gracias a todos por vuestra oración, cariño y alegría con la que se edifica nuestra Familia de Santa Eugenia!

Sin duda, todo lo bello y bonito que sucede entre nosotros tiene una firma, discreta pero imprescindible: María. Este Año Jubilar está dando fruto en nuestra Casa. Experiencias cómo la peregrinación a Fátima, el trabajo y la oración realizados en los grupos, catequesis y celebraciones nos están ayudando a redescubrir el regalo tan impresionante que Jesús nos da en su Madre, haciéndola también Madre nuestra. Estamos en los tiempos de María. Como la primera Iglesia la estamos buscando, pidiendo que su mano nos acompañe y que nos enseñe a querernos como hermanos. Es un regalo ver que mayores, jóvenes y niños se están familiarizando con el rezo del
Rosario. El amor del Corazón de María fue el refugio y el consuelo de Jesús, el verdadero pesebre sobre el que se recuesta Dios hecho niño; ese Corazón de Madre es también para nosotros. ¡A Ella nos confiamos!

Finalmente, contemplando juntos el Misterio del Nacimiento de Cristo aprendemos de la Sagrada Familia la importancia del silencio y de la oración. El Señor nace fuera del ruido de las posadas, del griterío de la ciudad; a Dios sólo le vemos cuando entramos en la intimidad del corazón y ponemos nuestros oídos para escucharle y nuestros labios para alabarle. Esto es una señal para nuestra Comunidad. Antes que hablar necesitamos mirar hacia dentro de uno mismo, sincerarse y dejar que la dulce voz del Espíritu sane, enseñe y conduzca. En este curso estamos recibiendo dones preciosos de sanación interior, de transformación y de reconciliación. La Navidad nos llama a permanecer en el corazón a través de la oración, el Sacramento del Perdón y el diálogo con los hermanos. Sabemos que no es
fácil pero necesitamos insistir en esta búsqueda interior para que después toda nuestra Familia sea enriquecida con nuevos frutos de santidad. En Belén, frente a la tentación de la superficialidad simbolizada en las “posadas” aparece el humilde pesebre como lugar de encuentro desde el corazón; desde ahí se desborda la paz, la alegría y el amor fraterno.

Querida Familia: tal como somos y tal como estamos María viene a alumbrar a su Hijo en Santa Eugenia. ¡Que su nuevo Nacimiento se haga realidad en todos nosotros y especialmente en todos los hermanos del barrio que todavía no le conocen! Desde el amor que compartimos seremos una estrella que anuncie a todos que Cristo ha llegado a nuestro mundo. Desde el amor…siempre desde el amor.

Con todo nuestro cariño y nuestra Bendición, vuestros
sacerdotes:
Rubén Inocencio González y Benedict Dilag Sunio
¡¡¡FELIZ NAVIDAD DEL SEÑOR!!!

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