BENEDICT DILAG SUNIO, Vicario parroquial
Me llamo Benedict Dilag Sunio. Nací el 7 de julio de 1973 en la ciudad de Iloilo, Filipinas en una familia católica que alimentó en mí la semilla de la llamada de Dios al sacerdocio. Después de la secundaria con los Agustinos entré en el seminario de los Claretianos en 1990 porque quería ser misionero. Me ordenó Cardenal Luis Antonio Tagle, presente Arzobispo de Manila el 24 de octubre 2004 con el lema: El Espíritu del Señor está sobre mí, por lo cual me ha ungido para evangelizar a los pobres Lc 4,18. Me siento bendecido por formar parte del nuevo equipo de pastores y acompañar la pastoral con los pobres, enfermos y los más necesitados de la parroquia.
RUBÉN INOCENCIO GONZÁLEZ, Párroco
Querida familia de Santa Eugenia:
En primer lugar doy gracias a Dios por la vida de todos y cada uno de vosotros a los que el Señor me envía como compañero de camino en la Fe. Gracias por vuestra fidelidad a Cristo y perseverancia en la Iglesia, que habéis demostrado, no sin dificultades, a lo largo de los más de cuarenta años de la fundación de la comunidad.
Me siento parte de vosotros como ya también vosotros sois parte fundamental de mi vida. Sois un regalo precioso que el Señor me ha hecho y con el que me bendice. Gracias de corazón.
Nací un 30 de julio del 1979 en Pozuelo de Alarcón; recibí el Bautismo y crecí en la Fe en la parroquia del pueblo, la Asunción de Nuestra Señora. Después de una larga enfermedad, mi madre Consuelo fue llamada a la Presencia del Señor cuando yo tenía doce años y mi padre Manolo hace casi cinco años, el 10 de enero del 2013. Os comparto ésto porque es importante en mi historia y desde lo que Jesús se ha servido para conducirme hacia Él y hacerme como soy.
Recibí la ordenación sacerdotal el 17 de abril del 2005 y he ejercido el ministerio como vicario parroquial en las comunidades de Nuestra Señora del Consuelo (Vallecas), la Asunción de Nuestra Señora (Torrelodones) y Santa María (Majadahonda). Actualmente sigo también colaborando con la Orquesta Sinfónica y Coro JMJ y en Radio María.
Ahora, como párroco de Santa Eugenia, junto a Benedict (que es un gran regalo), tengo la alegría de ser pastor y a la vez discípulo con vosotros, padre y hermano en una Iglesia que buscamos a Cristo y en la que todos somos necesarios e importantes; nadie sobra. La parroquia está llamada a ser eso: una familia de hijos de Dios que se quieren y se cuidan, donde se “toca” el Amor de Dios y se convive con el mismo Jesús Resucitado.
Personalmente, me llegaron mucho las palabras del Papa Francisco, cuando a inicios de su pontificado definió la Iglesia como un hospital de campaña para curar heridas. Desde el comienzo de mi sacerdocio pedí a la Virgen María que me hiciera un instrumento de misericordia. Pero ésta es una llamada del Espíritu de Dios para todos. Necesitamos hacer visible la misericordia de Cristo a través del perdón, la ternura, la comprensión y el servicio, sabiendo, en primer lugar, que es uno mismo quien se tiene que poner en el regazo del Padre, como el muchacho de la “Parábola del hijo pródigo” para hacer experiencia de su abrazo curativo.
En este hospital de campaña no dejamos de ser “sanadores heridos” necesitados de reconciliación para regalarla después a los hermanos con las mismas actitudes del corazón del Padre. El amor perfecto no es el que nunca se equivoca sino el que es capaz de pedir perdón y de perdonar. La misericordia divina hace nuevas todas las cosas, abre puertas y caminos mejores y desconocidos. Quiero con vosotros, querida familia de Santa Eugenia, caminar en la misericordia.
En la Eucaristía de la fiesta de Nuestra Señora, la Virgen de la Torre, la segunda lectura nos recordaba a María reunida con los discípulos en oración, esperando al Espíritu Santo en Pentecostés.
De sobra sabemos que no todo depende de nuestras fuerzas, cualidades y medios… sólo el Espíritu de Dios puede llegar a los corazones y hacer de nosotros una comunidad evangelizada y evangelizadora. Somos parte de una Iglesia que existe para eso: evangelizar.
Por tanto, no somos una empresa cualquiera ni un departamento de una gran multinacional sino la Familia de los hijos de Dios, y eso nos hace diferentes en nuestra manera de ser y de actuar. Así, mi primera misión como párroco en la comunidad es la de quereros mucho y juntos, como en el primer Pentecostés, ponernos a la escucha del Espíritu de Dios y responder con docilidad a su voluntad.
Que Santa Eugenia, protectora de nuestra parroquia, nos ayude a vivir a Jesús con auténtica pasión, como ella, dando todo por Cristo y por la Iglesia.
Que Dios os bendiga y que Santa María, Virgen de la Torre, os guarde.
¡¡¡Viva nuestra parroquia de Santa Eugenia!!!